Un nuevo objetivo estaba fijado. El vivir una vida entera en un puerto me había hecho extrañar el mar, extrañar el océano y a los sacrificados pescadores artesanales y su día a día. Salí desde Puerto Aysen en dirección a la Provincia de Cisnes, compuesta por 4 localidades, Puerto Cisnes, Puyuhuapi, La Junta y Raul Marín Balmaceda; y alrededor de toda la provincia se encuentra el Parque Nacional Queulat.
Tres vehículos fueron necesarios para llegar desde Puerto Aysen a Puerto Cisnes, entre ellos un camión de combustible. Había visto en Discovery algunas rutas peligrosas dónde vehículos debían circular a diario, pero nada como este sector de la carretera austral, ¡¡Y menos en un camión de combustible!!. Una locura.
Una nueva prueba de la amabilidad del nativo patagón ocurrió cuando tomaba el último vehículo desde la carretera hacia Cisnes. El hombre en cuestión había vivido en Concepción, cerca de mi Talcahuano, y ofreció su hogar para mi estadía y datos de ruta de lugares que no tenía considerado ver. Los datos fueron inmensos (luego sabrán por qué) y el alojamiento debí rechazarlo porque ya había quedado de estar con Mónica, de Couchsurfing.
Puerto Cisnes me hizo cumplir, en parte, el sueño de ver la costa. Es una localidad aún dependiente de la pesca, así que nuevamente me sentí pleno rodeado de esos botes pesqueros, muelles, mariscos y todo lo que recordaba a mi hogar. Además, te encuentras con un cambio en la arquitectura, ampliamente influenciada por la cultura chilota, dónde el mayor ejemplo es la Iglesia del pueblo, modelo clásico de las iglesias de Chiloé, que son Patrimonio de la Humanidad.
Uno de los datos de lugares para visitar que agradecí en demasía fue el del Bosque Encantado, en el Parque Nacional Queulat. El Queulat es la gran atracción de la zona debido a su inmensa extensión y porque es un lugar casi virgen, muy poco manipulado por la mano del hombre. Es naturaleza en su estado puro.
El Queulat posee varios senderos y entradas al mismo. El Bosque encantado es uno de ellos y se encuentra muy cerca de Puerto Cisnes, es el Bosque Encantado. A mi salida del pueblo encaminé el rumbo hacia este lugar, escondí mi mochila en la entrada y comencé la caminata en la completa soledad.
El sendero te teletransporta a otro mundo, un mundo de fantasía habitado por duendes mágicos, hadas y elfos, con los árboles cubiertos totalmente de musgos y helechos, y escuchando sólo sonido del viento soplando a través de las hojas, sumado al ruido de mis propios pasos. Tras una hora aprox. y saliendo de la zona del frondoso bosque, cruzas río de deshielo un par de veces y topas con la laguna ventisquero, en la base de la montaña.
Por cerca de una hora, el silencio fue mi acompañante. Se oía a lo lejos la cascada del deshielo que formaba el lago, que a su vez daba nacimiento al río que crucé al llegar. Un momento de paz absoluta que inspiraría a cualquier artista. Un lugar verdaderamente de cuentos del cuál debo decir escogieron bastante bien el nombre, un verdadero bosque encantado. (NOTA: Video al final del post).
A la salida del sendero, mi mochila seguía en su lugar y mi objetivo de ver el océano estaba intacto. Un conductor intentó acercarme lo máximo posible a Puyuhuapi, el próximo pueblo, pero por problemas en el vehículo debí bajarme en medio de la ruta, malas noticias. Lo que no había considerado era que el lugar exacto en el que me habían dejado era el majestuoso Fiordo Queulat. Mucha gente piensa que la ruta que llega a Puyuhuapi va bordeando un lago, pero lo cierto es que se trata de un brazo de mar, y el canal que conduce este brazo al océano junto a las cadenas de cerros crean esta maravilla de fiordo.
Tras no encontrar vehículos que me levanten a mi destino, decidí caminar unos kilómetros en busca de un lugar dónde acampar, porque el atardecer se acercaba. Durante esta caminata hubo dos hechos dignos de destacar: Primero, la presencia destacada de la gigante hoja de Pangue o Nalca al costado de la ruta (se encuentra en gran parte de la Carretera Austral, pero en esta zona su presencia es considerable), y segundo, que durante mi trecho, y tras pasar una zona elevada del camino, me encontré frente a frente al famoso glaciar Ventisquero Colgante, la mayor atracción del Queulat.
Así que entre fiordos, hojas de nalca y glaciares pasé mi estancia en esta zona, en medio de la nada, mientras aparecía el auto que, amablemente, me llevaría a Puyuhuapi, la próxima localidad a visitar.
En Puyuhuapi me encontraba por tercera vez con la pareja israelí, Natalya y Artyom, con quiénes alojé un par de días. Es una localidad pesquera muy pequeña, que en pocos minutos recorres en su totalidad. Su fuerte turístico está unos pocos kilómetros al sur, y se trata de la entrada principal al Parque Nacional Queulat, que cuenta con variados senderos dirigidos al río ventisquero, a la Laguna Témpanos y el más largo y dificultoso dirigido al glaciar Ventisquero Colgante.
Una de las ventajas de visitar el Queulat en estos tiempos (mediados de Mayo) es que no está el enjambre de turistas que te encuentras en verano, por ejemplo. Tenía la oportunidad de ver el Ventisquero Colgante desde la Laguna Témpanos en la completa soledad. Creo que esta sección de mi viaje fue la parte más introspectiva del mismo, de recordar lo vivido y admirar lo que había logrado en estos meses. Momento para meditar sobre este estilo de vida que quería llevar, de recorrer estos lugares que te dejan boquiabierto en Chile y el mundo. Y muy agradecido de hacerlo, de haber apostado por esta ruta.
En la última parte de este tramo correpsondería una localidad muy especial, sería la conclusión de mi objetivo de poder ver el océano. Debía encaminar mis pasos hacia la isla Raúl Marín Balmaceda, único pueblo en la región de Aysen que posee salida al mar abierto, y dónde tenía a un familiar haciendo patria.
Para llegar a Raúl Marín debí arribar primero a La Junta, a orillas del Palena, pueblo que es el único con movilización cada dos días hacia la isla (¡Cada dos días! No enfermen graves en esta zona, están con un pie en el otro lado). El medio de transporte es un furgón subsidiado por el estado, vehículo que previo a llegar a destino debe cruzar el río Palena en un transbordador gratuito, también subsidiado.
Raul Marín Balmaceda es un lugar muy particular. Un lugar lejos de la civilización, con sus calles sobre arena de playa y sus casas en medio de una selva de bosque nativo. La vida en este lugar se concibe de una forma distinta y especial, con un contacto constante con el medio ambiente. Patricio, mi primo que estaba en la localidad, y su empresa «Kawelyek Expediciones» me daban una cordial bienvenida a Raul Marín y sus playas.
Patricio me dio la bienvenida a su hogar, construido por sus propias manos, y que lo ha cobijado por unos años. Junto a él compartimos experiencias de vida, de nuestro pasado y presente, y de cómo es vivir una vida entera en un lugar como este.
Ahora, era momento de dirigirme a la costa. El mal clima se venía encima (y que de ahora en adelante será constante en el viaje), así que previo a esto avancé hacia la desembocadura del río Palena, por toda la playa de blancas arenas. Me maravillé ante la fuerza del mar abierto por un largo rato y también ante la vista de las muchas pequeñas islas, varias de ellas deshabitadas e incluso sin nombre. Había cumplido mi nuevo objetivo en este paraíso escondido. Encontré la paz total, ahí, sentado sobre la arena mirando al horizonte, con el silencio y las gotas de lluvia como la perfecta compañía.
Un lugar del que tenía completo desconocimiento y que terminó siendo uno de mis favoritos en mis días en Carretera Austral. ¡Hasta la próxima!
PD: Bosque Encantado