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Trujillo y una dosis de historia preincaica

Unas 8 horas al norte de Lima, en la ciudad costera de Trujillo me volvería a sentir como en mis prematuros días de colegio. Volvería a tomar apuntes como lo hacía en esos días, volvería a escuchar a un profesor experto en un tema y volvería a retirarme satisfecho de una lección aprendida. Eso si, en esta localidad no aprendería de cuadernos ni de pizarrones llenos de escritura, sino que lo haría de la práctica y la experiencia de estar en lugares que albergaron historia antes de lo que la propia historia suele contarnos. Un lugar dónde su gente mantiene viva la llama de dos culturas bien especiales que vivieron en esta zona, se trata de los moche y los chimú.

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Primero les hablaré sobre cómo fue llegar a Trujillo. Mientras estaba en Lima envié algunas solicitudes de Couchsurfing para ver si había alguien disponible a hospedarme en la ciudad de la eterna primavera, entre las que contestó Sabina, una asombrosa y muy inteligente chica que vivía a medio camino entre Trujillo y el balneario de Huanchaco, un lugar logísticamente perfecto para recorrer ambos lugares. Acepté su invitación y tras una noche de viaje arribé a su hogar, dónde ella me ofreció una pieza que tenía disponible. En ese momento, además, tenía a dos alemanes hospedándose en su casa, Johannes y Alexandra.

Lo primero que hice fue ambientarme con su gente, así que tomé una combi al centro de la ciudad para observar un poco la arquitectura y a las personas que en el camino cruzaba. Ahí aprendí que Trujillo se llama así en honor a la ciudad natal de Francisco Pizarro, Trujillo de Extremadura. Su colorida Plaza de Armas fue cuento aparte, si no es una de las hermosas que he visto pega en el palo, y la guinda de su torta es el Monumento a la Libertad ubicado en su centro, inaugurado en 1929 y que consta de 3 cuerpos, siendo el superior el más notorio, el Ángel de la Libertad parado sobre una esfera que representa el mundo, apuntando con su pie a Sudamérica y sosteniendo una antorcha que simboliza la libertad. Y a la alegría, yo agregaría.

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Visite también la Catedral principal de la ciudad, llamada Basílica de Santa María, construida en 1666 y remodelada en 1911, en cuales destacan sus pinturas en los cielos de ella. Eso si, por lo que conversé con la gente, no todos están muy de acuerdo con estos dibujos al no conservarse el diseño original de la iglesia. Esta es una zona que en los últimos 400 años ha sufrido grandes terremotos, por lo que tampoco es sencillo mantener edificios tan antiguos en buenas condiciones o con sus estructuras intactas.

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Y obviamente no podía ser visita por la ciudad sin mi usual pasada por el estadio de la misma. Esta vez fue el turno del Estadio Mansiche dónde hace de local el Universidad César Vallejo, un recinto para unas 25000 personas y que para mi desgracia no tendría fútbol esos días que estaría en Trujillo.

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Al otro día comenzaría mi viaje por la historia ancestral de Trujillo. Todo comenzaría cronológicamente en las Huacas del Sol y la Luna, base política, administrativa y religiosa de la cultura moche desde el siglo I hasta el IX d.C. que está ubicada a unos 9 kilómetros del centro de la ciudad. Para llegar puedes tomar una combi que te lleva ahí por 1,50 soles y te deja en la puerta del museo Huacas de Moche. Ahí comienza el aprendizaje.

El museo posee una colección impresionante de objetos (la mayoría de cerámica) encontrados en las tumbas de los antiguos guerreros o sacerdotes. Estos cerámicos fueron reconstruidos y puestos a exhibición, dando a conocer muchas de las actividades que los moche realizaban en sus tiempos. Por ejemplo, hay algunos dónde se observan los rituales en qué dos guerreros peleaban hasta que uno quitaba el casco al otro, teniendo el perdedor que desnudarse y sacrificarse siendo degollado (no sin antes hacer el ritual del ayahuasca para evitar el dolor) y siendo su sangre puesta a disposición de los sacerdotes para evitar fenómenos naturales. Su dios era llamado Ai Apaec, que significa dios de la Montaña y que era simbolizado por una cara de demonio con el mar, el cielo, la tierra y la montaña siendo representados en su imagen.

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Luego vendría el turno de la Huaca de la Luna, en los pies del Cerro Blanco. Cumplía una función ceremonial y religiosa, dónde sólo podían acceder personas privilegiadas para rendirle culto a los dioses (cualquier similitud con el actual Vaticano es pura coincidencia :P). Al primer nivel podían acceder unos 10 mil personas para ver como desde un altar superior el sacerdote mayor realizaba cada cierto tiempo el ritual de la sangre que conté anteriormente. Además esta fortificación de barro tenía la particularidad de que cada 100 años aproximadamente era reformado haciendo el mismo edificio encima nuevamente. Hoy los arqueólogos investigan los diferentes niveles para encontrar variados tipos de pinturas u objetos que les permitan seguir estudiándolos. Finalmente la parte superior de la Huaca de la Luna se divisa la Huaca del Sol, a la que no se puede acceder por ahora.

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Huaca del Sol, vista desde la Huaca de la Luna

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Más tarde ese día iría a continuar mi tour histórico personal por la ciudad visitando Chan-Chan, capital del imperio chimú que se encuentra a los mismos 8 kilómetros del centro de Trujillo, pero en dirección opuesta. Ellos gobernaron desde Tumbes al norte del Perú hasta Lima y fueron la sucesión de la cultura moche con dominio desde el siglo X y hasta la invasión inca en el siglo XV. Con más de 20 kilómetros cuadrados es la ciudad de adobe más grande de América y caminar por su interior es sobrecogedor. El conjunto al que uno puede ingresar se llama Nik – An (Casa del centro), el que tiene 11 hectáreas divididas en 9 ambientes y rodeado por una muralla de 10 a 12 metros. En él puedes encontrar desde plazas ceremoniales, adoratorios, hasta la tumba del rey chimú.

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Mis últimos momentos fueron en la playa de Huanchaco, un balneario ideal para pasar un rato de tranquilidad y para los fanáticos del surf. Acá se puede ver una herencia que las culturas moche y chimú dejaron a las generaciones futuras, el caballito de totora, que constituye a esta altura ya un símbolo representativo de la identidad de esta zona y con un inmenso valor histórico.

Carlos Díaz
Créditos a Carlos Diaz por esta foto

Para terminar, nada más que dedicar unas palabras de agradecimiento a Sabina por su amabilidad y su gratitud a la hora de hospedarme. Con ella aprendí conceptos de su país que tenía erróneos, cómo el trato de sus gobiernos al pueblo indígena y las masacres de los últimos 40 años (con el brutal ejemplo de Ayacucho). Muchas gracias y de seguro compartiremos unas cervezas o vodkas o piscos o ron o lo que sea en una próxima ocasión.

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