¿Les ha pasado que situaciones que ni siquiera tenían planeadas se terminan convirtiendo en momentos memorables? ¿Dejan lugar para la improvisación en su diario vivir? ¿Hacen caso cuando el corazón se intenta sobreponer a la razón y la lógica? Bueno, al volver de Mindo todas estas preguntas se acumularon en mi mente y me hicieron reflexionar. No soy una persona muy visceral para tomar decisiones, pero si hay una ocasión dónde actuar por instinto valió completamente la pena, eso fue este fin de semana pasado. Una amena conversación de 5 personas en la habitación del hostal en Quito termina con un viaje de un fin de semana a la pequeña localidad de Mindo, a unas 2 horas y media de la capital ecuatoriana.
Desde que dejamos el hostal junto ami grupo compuesto con Katherine de Alemania, Sapir e Inbar de Israel puedo decir que tuvimos una serie de eventos afortunados, partiendo por la llegada al terminal Ofelia, desde dónde salen los buses a Mindo. Íbamos a dirigirnos al terminal en bus, pero nuestro retraso nos obligó a tomar un taxi de lo más bizarro posible: el conductor era el ecuatoriano más patriota que hemos conocido y todo lo que era originario de su país era lo más grande del universo. Al menos, y luego de largas discusiones con él, llegamos a tiempo para tomar el esperado bus, el cual tiene un valor de 2,5 dólares, y así comenzar nuestra travesía de fin de semana.
Mindo es probablemente una de las localidades ecológicas más importantes de la provincia, y muy visitada por la gente que desea salir de la monotonía de Quito. Lugar para amantes de la naturaleza y quiénes gustan de observar aves y mariposas en esta pequeña región de bosques occidentales del Ecuador. Al llegar encontramos un hostal junto al río Canchupi y organizamos un poco las actividades a realizar, ya que el tiempo era poco y la variedad era enorme. Mientras, una vueltita por los alrededores para tomar algunas fotos del lugar.
El primer destino escogido fue el sector de las cascadas, en la Reserva Forestal Mindo, al cual se llega tomando una chiva por un dolar. La intención era partir caminando, pero tras ver lo lejos que quedaba agradecimos la opción escogida :P. El camino atraviesa el frondoso bosque hacia el área dónde se practican deportes extremos (canopy, rafting, tubing, etc) para luego pasar al sector llamado Nambillo, dónde se encuentra la tarabita y las 15 maravillosas cascadas. De ahí, nos correspondía hacer un pequeño trekking al corazón de la reserva.
Con lo que nos encontramos en ese sendero fue con la perspectiva de estar dentro de un insectario. Arañas, mariposas, libélulas, más de 500 especies aves y otra inmensa variedad de flora jamás había tenido la dicha de ver (eso si, la orquídea es la reina del lugar). Cañones selváticos llenos de vida dónde hacíamos camino al andar.
Llegábamos al sector cascadas con una ligera lluvia y sorpresivamente no mucha gente en el lugar. De repente algo llamó profundamente mi atención.. era eso un.. ¿¡¿TOBOGÁN?!? Y si, en medio del bosque estaba este viejo y deshecho tobogán. Por lo que en un abrir y cerrar de ojos, sin habernos ni instalado ya estabamos con Inbay y Sapir listos para saltar.
Una tarde de lujo con las chicas y a eso se sumaron un par de sorpresas en la vuelta: una escalada con cuerda en una de las subidas y un columpio bastante especial. Pagamos el regreso y nos dirigimos de nuevo a Mindo, sin contar que nuevamente la improvisación se haría presente en el viaje. Para no darles la lata, les cuento que terminé haciendo canopy por primera vez en mi vida :).
Oscurecía, estábamos de vuelta en el hostel y nos percatamos de que no habíamos comido desde las 7 am (!!). Por suerte habíamos escogido un hostel con restaurant para ocupar su enorme cocina y prepararnos una cena que valió la pena la espera. Quedaba un último panorama por delante antes de dar de baja este enorme día, quedaba aún el famoso «frog concert» o concierto de ranas en el Lago Mindo, un tour nocturno por el bosque para visitar los hábitats naturales de ranas, insectos, raíces luminosas y otras especies de la región. No se permitía tomar fotos en el lugar así que las que verán no fueron tomadas por mi, pero si demuestran lo increible que el lugar era.
Finalmente nos vamos a la cama con un día perfecto a cuestas, de esos en que todo resulta aún mejor de lo planeado, de esos que te motivan a seguir en esto, de esos que te hacen amar viajar y agradecer a la vida. Y aún mejor, todavía quedaba un último panorama para la mañana siguiente con la ida al mariposario y para ver colibríes, que me producen una especial fascinación y que habían sido muy esquivos al lente de mi cámara hasta ahora. Algunas mariposas buhos y su completo proceso de fotosíntesis además adornaban el lugar.
Y así de rápido cómo llegamos a este pequeño pueblo, partimos de vuelta a Quito con una satisfacción interna de haber hecho lo correcto esa noche en qué me ofrecieron venir a Mindo. No habría tenido probablemente una de las 30 horas consecutivas más increíbles que he pasado en estos meses. Desde la ventana del hostel y junto a mis queridas amigas israelíes les decimos.. ¡Hasta la próxima!