Habían pasado casi exactos dos meses desde la última vez que había pisado suelo paraguayo y no recuerdo que haya un día en que no lo recordara con un inmenso cariño y ganas de volver. Pues bien, tras cruzar las regiones del Bío-Bío y Maule en Chile, y las de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fé, Chaco y Formosa en Argentina, estaba de vuelta en la tierra de los fuegos artificiales, el voley y el saludo a dos besos.
Perdido en Asunción
Sufro anticuerpos con las grandes ciudades. Las evito a toda costa, intento quedarme lo más alejado de ellas, o incluso si es posible las paso de largo. Es debido a esto que conocer en diciembre a Lourdes fue una completa bendición, porque gracias a ella mi estadía en Asunción fue siempre en la periferia, en la ciudad de Luque.
Habiendo conocido poco de la capital misma, esta vez me aventuré un poco más para recorrer algunos de sus barrios o ciudades emblemáticas aledañas. Tomaba un colectivo por la mañana en cualquier dirección y me sumergía en la vida asuncena: comercio, gastronomía, costumbres, todo se mezclaba en el ruido de las calles y el calor del ambiente. Letreros de lugares como San Lorenzo, Luque, Lambaré, el centro, Villa Elisa, Mariano, Obrero o Sajonia desfilaban delante de mis ojos, mientras el cuerpo transpiraba y el colectivo rodaba y evitaba chocar motociclistas cada segundo. Todo esto a vista y paciencia del Río Paraguay, el compañero acuático de la capital guaraní.
Otra cuenta pendiente en este sitio era con una de mis pasiones: el fútbol. Había visitado la sede de la Conmebol exactamente el día que Chapecoense sufrió el lamentable accidente aéreo, por tanto las instalaciones se encontraban cerradas ese día, pero esta nueva visita me permitió volver y conocer el Museo del Fútbol. Este lugar, de entrada gratuita, ofrece al visitante admirar las copas oficiales de selecciones y clubes americanos (incluyendo la Copa el Mundo) y un panel informativo año a año con los ganadores de las copas organizadas por la Conmebol desde su mismísimo origen.
Y así como me fui a ver historia pura al museo, también gocé la actualidad viva del deporte rey al templo del fútbol paraguayo, el estadio Defensores del Chaco. Acá Olimpia recibió por Copa Libertadores al Botafogo brasilero, en lo que fue victoria local y derrota en los penales. Mientras admiraba el comportamiento del hincha en momentos de tensión, creo que fue bastante lúdico a la hora de aprender insultos en guaraní :P.
Morir abajo, como también arriba
Vamos de menos a más. Paraguay se caracteriza por contar con cientos de cerros en su completa extensión, por lo cual hay que ser cuidadoso con la elección de cuales ascender. Hay algunos pequeños con vistas extraordinarias, otros que denotan hitos históricos, otros que son posibles de acceder con vehículo hasta su tope o algunos otros que son tan empinados que si el clima no acompaña son casi imposibles de superar.
El primero en ser ascendido fue el Cerro Hu, símbolo de la ciudad de Paraguarí, que no está muy alejado de Asunción. Con casi 300 metros, tiene su entrada en «la casita» al oeste del macizo, y en donde pagando una entrada de 10 mil guaraníes accedes al sendero y comienzas la caminata que no tarda mucho tiempo ni es de gran dificultad. Eso si, tiene una zona rocosa que requiere escalar, por lo que mantengan sus dos manos desocupadas. Ya arriba, las vistas apuntan al pueblo y al otro cerro que colinda con el Hu, llamado Cerro Santo Tomás.
El segundo escogido fue el Cerro Akati, en la cordillera de Ybytyruzu, uno al que le tenía muchas ansias. Algunos años atrás había observado una fotografía de un banco en la cima de un cerro que ofrecía una vista sin igual, pero no sabía dónde estaba ubicado. Desde que descubrí que estaba en Paraguay, me quise ir a subirlo. Este lugar permite la llegada a la cima del cerro en vehículos 4×4 desde el pueblo de Melgarejo (cosa que nosotros hicimos) por lo que te queda un gusto algo amargo de no ascenderlo vía senderos. Tiene una entrada de 20 mil guaraníes y la esperada vista desde una altura de 600 metros fue lo mejor del viaje.
En tercer lugar tenemos el circuito Indio Dormido en Nueva Alborada, Itapúa, llamado así porque los cuatro cerros que lo componen forman el perfil horizontal de un aborigen de la zona. Con extraordinarias vistas del Río Paraná y al otro extremo Misiones, Argentina, es un lugar desconocido hasta para los mismos paraguayos. Por 20 mil guaraníes tienes un guía a tu disposición para subir al estómago o al pie derecho del indio, avanzando por túneles de roca construidos por los jesuitas cientos de años atrás.
Pero lo mejor fue dejado para el final. Al investigar sobre la cima más alta del país, no todo el mundo tenía clara la respuesta, pero este lugar es el Cerro Tres Kandú (o Cerro Peró), también en la Cordillera de Ybytyruzu. A él se accede desde el pueblo de Eugenio Garay, pudiendo admirar sus tres cimas (kandús) a varios kilómetros de distancia. Pagando un valor de 35 mil guaraníes (negociables a 25 mil) en la base del macizo haces ingreso al sendero que en unas 2 horas y media te permitirá observar Paraguay de una forma como ningún otro lugar.
Sus senderos son de flora nativa, con evidente fauna que atrae a impetuosos cazadores ilegales. Telarañas perfectamente confeccionadas adornan la caminata que a ratos ameritaba concentración máxima. Se asciende desde los 290 metros de altura a los 840 metros, en un trayecto de 15 estaciones, siendo una (de 8 a 9) la de mayor pendiente y dificultad, donde incluso es necesario el uso de una cuerda metálica instalada en el lugar. La panorámica desde la cima del Tres Kandú es un tesoro que guardaré profundamente en mi corazón por siempre.
Saltos, saltos y más saltos
Si hay algo que caracteriza a Paraguay son los miles de saltos de agua que contiene en su territorio. Te aseguro que puedes pasarte una vida coleccionándolos y no los encontrarás todos. La superficie boscosa, los desniveles rocosos y la gran cantidad de manantiales hacen de este país un origen ideal para estas cascadas, que hacen del sonido del agua deslizándose y cayendo un ruido tradicional por estos lados. Sólo por mencionar algunos, puedes visitar los saltos Cristal, Suizo, San Francisco de Akati, Mbocaruzu, Guarani, Inglés, Pa’i, Ñacunday, Cantera, Karapá, Aguaray y un largo etcétera.
Melancólico adiós
A pocos días de dejar el país, me di el gustito de volver a mi ciudad favorita y hogar del mejor atardecer de Paraguay, Encarnación. Fue mi última ciudad hace unos meses y esta vez fue sede de una reunión épica entre amigos que viajaban desde Asunción y Ciudad del Este. No hace falta entrar en detalles, pero despedirse con el calor de la gente que te hizo sentir especial y querido en un país extranjero es la mejor forma de hacerlo. El corazón se llena y se rebalsa de mi pecho al tenerlos a casi todos. Lourdes, Eli, Gustavo, Marcos y Iani, Ruth, Poli, Gustavo y los suyos, todos ellos se convirtieron en mi familia en tierras guaraníes.
En fin, a los lugares los hacen las personas y dada esa premisa, Paraguay es uno de los mejores países que he visitado, porque su gente es única, genuina y de buen corazón, como ninguna otra que conocí jamás. No dudaría un segundo en volver a estas latitudes, para seguir aprendiendo, para seguir maravillándome, en fin, para seguir enamorándome. Gracias por todo y Eha’a tapere (Apuesta por la Ruta en guaraní).