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Guia de Rio de Janeiro: Una crónica de dos viajes

Rio de Janeiro es un destino particular dentro de mi itinerario de viaje. De todos los lugares que visitaría en esta travesía por el Atlántico era la única ciudad donde ya había estado previamente, por lo tanto sabía perfectamente a que me enfrentaba. Así que, en cuanto conecté los viajes a dedo, un colectivo en Itaguaí, el respectivo metro carioca, y descendí sobre esa alfombra de cemento de lineas curvas en un monocromo tan característico, recordé todo: estaba en Copacabana, había vuelto a la cidade maravilhosa.

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Y si, en 2013 tuve la oportunidad de visitar Rio de Janeiro siguiendo esa maniática pasión llamada fútbol, en lo que fue una histórica campaña de mi club Huachipato en Copa Libertadores. Pasamos unos seis días en la zona y visitamos los lugares más turísticos de la ciudad. Esta vez, como mochilero, los objetivos eran otros; me repetiría algunos platos, pero la idea era conocer un poco más en profundidad la vida desde las favelas de la periferia hasta el capitalismo descontrolado de la zona cercana a las playas. En este texto hablaré un poco de lo que fueron ambos viajes y guiaré su visita si desean visitar la ciudad.

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Las Playas

Si hablamos de las «praias» de Rio, estamos hablando de un espectro que abarca todos los gustos posibles. La zona sur de la ciudad es lo más conocido y visitado por los turistas que normalmente se hospedan cerca de playas: están los 4 kilómetros de extensión de Copacabana, están Arpoador, Ipanema y Leblón para un oleaje más agresivo con vista al morro Dos Irmaos, tienes a su lado Sao Conrado para admirar los descensos de ala delta y parapente, y finalmente está la paz, tranquilidad y los colores turquesas de Barra de Tijuca. Si, en cambio, lo que quieres es pasar más tiempo con locales, las playas de Flamengo o Vermelha (a un costado del Pan de Azucar) son normalmente las opciones más lógicas. Ah, y son todas accesibles por omnibus.

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Al este de Río es donde el turista va a pasar unos días para escapar fuera del caos de la capital. El siempre popular Buzios, poblado en su mayoría por hermanos argentinos, o las aguas frías de Arraial do Cabo, que también ofrecen senderos para realizar, son los destinos comúnmente elegidos, porque sus colores no dejan lugar a dudas. Hasta hoy no he tenido suerte de conocer estos dos lugares, por los que les dejo pendiente una crónica. En cambio, al oeste el monopolio de playas se lo lleva Ilha Grande, destino del cual les contaré en el texto que escribiré a continuación.

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Praia Brava - Arraial do Cabo - por guascatur

Los Imperdibles

Definitivamente las dos atracciones más grandes de la ciudad son el Cristo Redentor y el Pan de Açucar. Rio de Janeiro contiene en sus alturas a una de las siete maravillas modernas del planeta, el Cristo Redentor en la cima del cerro Corcovado, a unos 710 metros de altura. Para acceder a él tienes tres opciones: Pagar el tren turístico (74 reales) desde Cosme Velho, pagar la Van turística (61 reales) desde Largo do Machado o Copacabana, o hacer el sendero desde el Parque Lage para llegar al Hotel Paineiras y desde ahí pagar la Van turística (28 reales).

Lo visité en 2013 sin sentir mucha emoción por la estatua del Cristo en particular, pero les aseguro que la panorámica que obtendrán desde allí es algo que te deja sin aliento. Tienes vista directa al barrio de Botafogo, a los morros de Urca y Babilonia, al Pan de Açucar, a la favela de Doña Marta y en lo profundo a la ciudad de Niteroi, al otro lado del río. Es de esos momentos en que una foto nunca explicará lo magistral de la visual, lo mejor es guardar la cámara y dedicarse a disfrutar.

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El otro imperdible es el Bondinho Pan de Açucar, un peñón ubicado en el barrio de Urca que tiene acceso sólo por la vía del teleférico. Desde Praia Vermelha sube un teleférico en dirección al tope del morro de Urca, cerro ubicado a su costado, que tiene un valor de 25 reales (también posible de subir vía senderos), y desde esta nueva ubicación sale una nueva máquina colgante en dirección al bondinho, teniendo este último un costo de 40 reales ida y vuelta.

El Pan de Açucar entrega panorámicas completamente diferentes al Corcovado, porque es una vista inferior y con una rotación en 360 grados. Así, en una dirección está Niteroi y sus playas, en otro el centro de Río junto al aeropuerto Santos Dumont, en otra las playas de Flamengo y Botafogo, y en la última el morro de Babilonia y la Praia Vermelha. Claro está, todas estas vistas no serían tan especiales si en su tope más alto no tuvieran al Cristo abriendo sus brazos. Ver el atardecer en este lugar es mágico, un verdadero lujo para cualquier viajero.

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El Centro

Visitar el centro de Rio tiene múltiples atracciones por realizar, tanto así que es común que los tours que te dirigen al Cristo Redentor luego consideren una visita a estos lugares. El centro abarca una zona entre las estaciones de metro Cinelandia, Carioca, Uruguaiana, Presidente Vargas y Central, siendo a mi parecer las primeras tres las que poseen el mayor potencial turístico.

Comenzando con un poco de cultura, sólo al descender del metro Cinelandia te encuentras directamente con el Teatro Municipal y la Biblioteca Nacional de Brasil. Estos lugares tienen tours guiados por el interior de sus estructuras con un valor de 10 reales para el primero y de entrada gratuita para el segundo.

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A pocas calles de distancia se encuentra la Catedral Metropolitana de Rio de Janeiro, con esa especial construcción cónica, casi piramidal, que no deja a nadie indiferente, porque no es necesario ser católico o arquitecto para admirar su particularidad. En su interior cuenta con cuatro largos vitrales que atraviesan sus 75 metros de altura, enlazándose en una cruz por todo el techo del templo.

A su costado, el Acueducto Carioca marca una presencia notoria. Conocido también como «los Arcos de Lapa» son el símbolo del barrio que lleva el mismo nombre, popular por su vida nocturna, con numerosos bares y clubs que te permiten beber y bailar en las afueras de cada uno al ritmo de la cachaça y el sertanejo de turno.

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La última gran atracción de la zona es la Escadaria Selaron, en la entrada a la favela de Santa Teresa. Esta escalera está adornada por más de dos mil cerámicas de todos los colores y locaciones, traídos al país por Jorge Selarón, un chileno que recorrió el mundo recolectándolos, y que fue encontrado muerto sobre su obra en 2013. Hoy, esta pieza vida y mutante continúa en renovación y ya es parte importante de la vida en Rio de Janeiro.

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Por otro lado, dos estaciones más al norte, en Uruguaiana, se encuentra la feria del mismo nombre, lugar ideal para la compra de recuerdos y artículos de utilidad. Y si caminamos hacia el puerto aparece frente a nosotros una estructura muy singular, resultando en el Museo del Mañana. Como la economía no me permitió entrar, su patio trasero cuenta con una enorme piscina que mira hacia el puente de Niteroi y que muchos cariocas utilizan como un buen sitio para efectuar la pesca.

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Finalmente, vendría una de las cosas que si buscaba conocer este 2017, en mi vuelta a la ciudad, y ese era el mural de Eduardo Kobra, el más grande del mundo. Creado entre los Armazenes 3 y 4 del Boulevard Olímpico, esta obra llamada «Tudos somos um» tiene 15 metros de alto y 170 de largo, retratando a indígenas de los cinco continentes con sus respectivos mapas, pero sin un orden lógico. Simboliza que sin importar el lugar de procedencia, estamos todos mezclados en este mundo, mensaje entregado durante los Juegos Olímpicos de 2016.

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Un último lugar que queda por los límites contrarios del centro de Rio, pero que vale la pena destacar, es el famoso Sambódromo del Marques de Sapucai, sede del carnaval carioca en febrero de cada año. Lo visité en 2013, a pocos días de haber finalizado las celebraciones, y en 2017 tocó Elton John en interior durante mi estadía por la ciudad. Visita recomendada.

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Favelas y Fútbol

Dos elementos del día a día en Rio de Janeiro son el amor por el deporte más hermoso del mundo y la vida en las favelas. Ambas tienen agencias especializadas en entrometerse en sus mundos y llevar al turista a sentirse parte de ellos, pero en los dos casos discrepo con visitarlos si no estás realmente interesado en aquello. En el caso de las favelas, mucha gente visita los teleféricos que muchos de esos barrios poseen, sólo para alimentar el morbo, jugar con el turismo de la miseria en sitios como el Complexo do Alemao u otros. En 2017 tuve la oportunidad de pasar un día completo en la favela Barreira do Vasco, pacificada y afortunadamente ubicada fuera de un morro, lo cual hace fácil su acceso. Junto con amigos que vivían en ese lugar se logra evidenciar los elementos positivos que tiene como la vida en comunidad, y los negativos como la incesante venta de droga en el lugar.

Por otro lado, visitar el mejor y más famoso estadio de la ciudad, Maracaná, tiene un costo de 40 reales, poco menos de lo que te saldrá un ingresso a un partido profesional ahí mismo. Si quieres ir a vivir el fútbol a Río, tienes cuatro clubes que eventualmente juegan ahí de tanto en tanto.

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Senderismo

Por último, lo mejor para el final. Rio en los últimos años se convirtió en un destino extraordinario para las personas que disfrutan de subir cerros y hacer senderismo. Hay un provecho importante del Parque Nacional da Tijuca y innumerables miradores que permiten apreciar toda la gema pulida que es la cidade maravilhosa. En particular, había uno que me quitaba el sueño, que desde que lo vi no dejé de pensar en mi vuelta a la zona y, claramente, no iba a dejarla sin realizarlo. Me refiero al sendero hacia la Pedra da Gavea.

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Posible de ver desde muchos puntos diferentes de la zona sur de Rio de Janeiro, la Pedra da Gavea es un sendero de 842 metros que, a mi parecer, ofrece la mejor vista de todo lo ya visitado en los días anteriores. No por nada es el bloque de piedra más alto junto al mar del planeta. También recibe el nombre de «La cabeza del Emperador» por la similitud con un rostro que su cara interna posee.

Junto a mi, Alex y Laura, dos colombianos que se animaron un día antes a esta aventura. La verdad es que serían unas dos horas de sendero bastante tranquilas, al menos hasta llegar a la Carrasqueira. Este lugar es el punto crítico del viaje: una pared de piedra casi vertical que precisa trabajo fino de manos y pies. De hecho, quienes hacen este sendero con guía, suben este sector con cuerdas. Les mentiría si les dijera que no tuve miedo.. Mientras tanto a nuestras espaldas la exclusiva zona de Barra da Tijuca se presentaba ante nosotros. 

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El resultado era la perfección absoluta. En unas dos horas y media desde la entrada al parque ya gozábamos del premio final. Tenía a Rio de Janeiro a mis pies. Si enumerara todos los barrios y puntos turísticos que veía desde ahí no terminaría nunca. Destacaban el Cerro dos Irmaos a la derecha junto a la Rocinha, la favela más grande de la ciudad, y al fondo a la izquierda el Cerro Corcovado con el Cristo apenas visible en su punta. Todo el esfuerzo, todo el miedo, los momentos desafortunados (algunos que viví en Rio) eran nada en este momento, porque me ayudaron a llegar hasta acá. A cumplir otro sueño. ¿Qué mas podía pedir?.

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Unos alas deltas que saltaban desde Pedra Bonita se divisaban a lo lejos. Eran verdaderas hormigas desde este punto. Eventualmente descenderían en la arena de la playa de Sao Conrado. A Laura y Alex, que los había conocido sólo hace un par dehoras, ya los veía como mis hermanos, porque viajar te transforma así, te hace confiar en extraños, te hace realizar cosas que nunca creíste capaz que concretarías, te vuelve una mejor persona. Con Pedra da Gavea ya en el bolsillo podía de forma tranquila dejar el estrés de Rio de Janeiro y volver a la carretera.

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Desde aquí, desde un piso 12 en el barrio de Botafogo, despedía mi estadía en la ciudad maravillosa. Un viaje que me recordó mi paso hace cuatro años por la zona, completamente de turista, y ahora me envolvió un poco en su manto cultural y me hizo aprender bastantes cosas de su gente, sus tradiciones, su música, y todo el turismo que envuelve a esta gigante urbe. Sigo pensando que es complicada para mochileros low cost por su altísimo costo de vida, pero no todo en el mundo es dinero, y si ponemos en una balanza el gasto y la satisfacción, definitivamente decidiremos venir. Porque Rio de Janeiro no defrauda. ¡Hasta una tercera vez!

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