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Bacalar, la Riviera Maya y el dengue.

Día 666 de viaje y 396 vehículos a dedo. Lo había logrado. Habiendo comenzado aquel septiembre de 2016 en Talcahuano, Chile, con destino México como última escala, había llegado. La frontera de Corozal en Belize me daba la bienvenida al país de Frida Kahlo y Cantinflas. Bacalar, hogar de la laguna de los siete colores sería mi primera parada, no sin antes visitar brevemente unos minutos la ciudad de Chetumal, capital del estado de Quintana Roo, para la foto de rigor con el cartel que oficializaba mi llegada al México lindo y querido.

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Bacalar es un pueblo que últimamente ha ganado mucho turismo debido a la laguna antes mencionada y a que aún cuenta con una tranquilidad que la diferencia en demasía de las grandes urbes turísticas de la Riviera Maya. Adriana, una valiente mujer que conocí vía Couchsurfing, ofreció un lugarcito en su patio trasero para que acampase envuelto en palmeras de cocos y la paz que caracteriza a este lugar, paz que sólo era interrumpida por las travesuras de su pequeño hijo Noah.

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Caminar por Bacalar era darle mis primeras pinceladas a este enorme lienzo llamado México, observar que les gusta comer, que disfrutan hacer, su relación con la moneda local (el peso mexicano) y los precios de la región. No tardé mucho en captar el amor profundo por la comida picante que une a los mexicanos, lo costoso que era el estado de Quintana Roo para ellos comparado con el resto del país y lo frecuente que se iban de tours con congeladoras llenas de chelas (cervezas).

En efecto, todas las actividades turísticas que rodean a Bacalar van en estricta relación con la laguna turquesa que la baña. Paseos en lancha que bordean los 250 pesos (15 USD) para visitar diversas atracciones tales como cenotes submarinos, la isla de los pájaros, los rápidos o el canal de los piratas que permite a los viajeros nadar en las aguas que hacen comprender el por qué es llamada la laguna de los siete colores. Si por otro lado buscas actividades económicas, hay innumerables balnearios gratuitos o muy baratos para pasar la tarde relajándote bajo el sol. Una última atracción que vale la pena mencionar es el fuerte de Bacalar, ubicado frente a la plaza central, testigo de toda la historia y las batallas entre los españoles, mayas y los piratas ingleses y holandeses que rodean a este singular pueblo mágico.

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Entre playa, cocos helados y acampe se iban los días hasta que ocurrió lo impensado: las noches en Bacalar eran tan calurosas como los días y despertar a medianoche en mi carpa muerto de frío era señal de que algo no iba bien. Salí a orinar y casi me congelé de la sensación.. ¿qué sucedía? En efecto, una rápida visita al hospital público me alertó de tener 40 grados de fiebre y por ahora una dosis a la vena de medicamentos me enviaron de vuelta a la cama. Al día siguiente una descompensación frente a mi carpa fue la gota que rebalsó el vaso. Tras un rápido examen de sangre mi diagnóstico fue certero: dengue no grave. Aprendería los próximos días que el dengue, producido por la picadura de un mosquito (que probablemente agarré mis últimos días en Belize) y que produce fiebre y debilidad por al menos una semana podía ser mucho peor, ya que baja el número de plaquetas en el organismo complicando la cicatrización y produciendo hematomas por todo el cuerpo. Este diagnóstico grave si precisa de tratamiento y hasta hospitalización, pero por suerte no era mi caso.

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Es interesante, cuando cambié de continente de Sudamérica a Centroamérica enfermé de una infección estomacal y ahora que volvía a cambiar, esta vez a Norteamérica, volvía a visitar el hospital. El tratamiento del dengue es sencillo, pero algo tedioso, más cuando uno está acostumbrado a moverse diariamente. Por algún motivo no permite el uso de antibióticos por lo cual el único medicamento aceptado es el paracetamol, así que la consigna a realizar era consumir algunas píldoras diarias, alimentarme y sobretodo hidratarme bien y mucho descanso. El problema es que cuando acampas a todo sol y el calor no baja de 35 grados, tu diminuta casita no es una opción a la hora de relajarte, así que una hamaca en la sombra fue el descanso perfecto para aquellos días de recuperación. Adriana fue un apoyo vital en este momento, porque compartía su comida cuando en momentos mi cuerpo no tenía fuerza siquiera para levantarme a hacer un arroz. Cuando la fiebre bajó por completo las píldoras se suprimieron y sólo quedó reposar. Es en estos días que decido tomar mi mochila, pagar un bus y viajar al próximo destino en mi ruta, Tulum.

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En los últimos días en que esperaba despertar y ya sentirme con energías para salir recibí dos grandes e inesperadas visitas, y fueron buenas amigas de Chile que venían a pasar sus vacaciones a la zona. Ellas no lo saben, pero fueron un aporte gigante a mi recuperación total. Feña y su madre Viviane me visitaron en Bacalar, mientras que Mariana me visitó mis primeros días en Tulum. Con ambas compartimos momentos de alegría y muchas risas, siempre con los cuidados que alguien con dengue debe tener (como evitar mosquitos alrededor que puedan ser fuentes de contagio). Desde hace 22 meses que estoy en la carretera y no había tenido la oportunidad de ver siquiera una cara conocida de mi país y para mi estas dos reuniones improvisadas me daban las fuerzas necesarias para cerrar definitivamente esta etapa complicada del viaje.

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Y fue así, sin más, que al día siguiente de recibir a Mariana, todos los síntomas del dengue habían desaparecido por completo. Me sentía con ganas de comerme todo a mi paso y hacer todas las actividades posibles a mi bolsillo. Tulum es conocida por sus maravillosas playas, pero estábamos en una época del año donde la alga del sargazo hacía estragos en toda la Riviera Maya cambiando el turquesa del mar Caribe por un apestoso café, y esto hacía que los turistas en general decidieran pasar las tardes en algunos de los cientos de bellos cenotes que rodean a Tulum. Para evitar aglomeraciones me fui bien temprano hacia dos cenotes que se encuentran camino a las ruinas de Cobá, al norponiente de la ciudad, los cenotes Zacil Ha y Aktun Ha (también llamado Carwash).

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Mi única experiencia pasada con cenotes había sido en Huehuetenango, Guatemala con los desérticos cenotes de la Candelaria que eran casi una laguna por su gran extensión, en cambio estos en México son en su mayoría menores en tamaño, privados, con infraestructura de todo tipo y dependiendo el cenote con opciones para hacer snorkeling o bucear dentro de ellos. En este caso ambos se encuentran a pocos metros de distancia y tienen un costo de 50 pesos mexicanos (3 USD) cada uno. Zacil Ha es un lugar artificial, construido para hacer uso del restaurant o traer tu propia comida y bebida, plagado de gente realizando actividades recreativas y con muy poco espacio a ratos en el cenote para nadar, pero con un color celeste vivo que hace mucho tiempo no veía, mientras Aktun Ha es más natural, como un lago verdoso en medio de la selva, más profundo e incluso con un caimán en su interior que no ataca a los pocos visitantes que recibe. La similitud en ambos es lo fría del agua, muy diferente a las cálidas aguas del caribe. Personalmente me gustó mucho más este último, pero se ve que al turista (en general mexicano) le interesa bastante la calidad de la infraestructura.

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Con el dengue fuera, el ánimo comenzaba a subir nuevamente. Era hora de volver a esa rutina de la no rutina que tanto apetecía. Esta vez correspondía visitar uno de los imperdibles de la zona, el sitio arqueológico maya de Tulum, uno de los pocos ubicados sobre la costa, en el Parque Nacional del mismo nombre. La entrada cuesta 70 pesos mexicanos (4 USD) y vale mucho la pena, porque es una ruina muy diferente a cualquiera que hayas visto anteriormente. Ya antes de entrar hay un espectáculo muy interesante de los ‘voladores’, un acto típico de la zona de Veracruz en que cuatro hombres suben a un mástil para amarrar uno de sus pies a una cuerda enrollada, para luego dejarse caer de cabeza mientras el mástil gira y desenrolla la cuerda hasta llegar al suelo. !Uno de ellos hasta toca un instrumento mientras cuelga boca abajo! Que locura..

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Del sitio arqueológico lo primero que me percato es que se encuentra completamente amurallado y que cuenta con puestos de vigilancia en las esquinas para protección quienes vivían ahí. También es posible admirar los templos del viento y de la fertilidad, como tambíen el palacio, el edificio más importante de la zona. Como pocas ciudades maya, podían aprovechar la costa para hacer de la pesca su más grande actividad, mezclándola así con la agricultura, siendo el mayor desafío la obtención de agua dulce, la cual conseguían de los cenotes. Las diferentes construcciones del sitio no están ubicadas al azar, siendo los puntos cardinales y la astrología vitales para aquello. El palacio era el primer edificio observado por cualquier embarcación que viniese del caribe, oportunidad para los mayas de enviar un claro mensaje de bienvenida o de rechazo.

La verdad es que me pasé tantas horas recorriendo Tulum que caí rendido ahí mismo en el cesped del sitio, hasta que la lluvia tropical me sacó del sueño para traerme de vuelta a la realidad, y así notar como gente se tomaba fotos conmigo acostado y con las ruinas de fondo. Que atractivo tan poco atractivo, eh.

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Mi última actividad en Tulum fue una invitación junto a mi anfitriona de Couchsurfing, Andrea, a un lugar llamado ‘Selva Maya’ localizado de camino a Playa del Carmen. Ahí realizamos canopy (tirolesa), puentes colgantes, snorkeling en cenotes subterráneos, rapel y finalizamos manejando uno de los vehículos 4×4 y con un almuerzo de tacos hasta que no podíamos comer más. Una experiencia recomendada por completo y en que sus guías demostraron ser completamente profesionales y siempre preocupados de la seguridad de cada uno de nosotros. !Gracias chicos!

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El final de esta etapa por la Riviera Maya llegaría en Playa del Carmen, o como yo titulé, Playa Argentina. Dudo que vivan más mexicanos que argentinos en este lugar. Aquí no se brinda con mezcal, se hace con fernet Branca. Para mí fue la conclusión perfecta a un ciclo en que conocí muchos viajeros por centroamérica que venían a trabajar aquí y con quienes pude reencontrarme y compartir las vivencias de todos nosotros en este tiempo. Como la playa estaba infestada de sargazo la mayoría de las charlas eran al compás de una buena piscina (o alberca como les llaman acá) o recorriendo los alrededores de la 5ta Avenida, la más popular de Playa del Carmen. Aquí bebería y descansaría por unos días, en ese orden. ¿Quién pensaría que hace poco más de 10 días me moría de fiebre en mi carpa pronto a saber que tendría dengue y ahora me encontraba en esta paradisíaca posición? El día a día del viaje, nada mas que eso.

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2 Comentarios

  • Sinrumboxelmundo

    ¡Que bueno que te hayas recuperado amigo!, yo también tuve la mala suerte de enfermar de zika en Colombia, probablemente en mi subida a la Cuidad Perdida en la Sierra de Santa Marta, y me lo lleve conmigo a mi aventura en la Guajira, cuando llegue a Riohacha tenia los primeros síntomas, y cuando llegue a Cabo Vela y a Punta Gallinas estaba en pleno esplendor, lo que me dejo por varios días fuera de combate. Afortunadamente lo mio tampoco fue nada grave aunque si bastante molesto. De regreso a Riohacha y después de unos días de descanso pude continuar con mi viaje.

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