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Las iglesias de Cholula y los sabores de Puebla

Volando pasaron más de tres semanas en la Ciudad de México, por lo que había que continuar y comenzar lo que será mi descenso definitivo a la Riviera Maya para finalizar esta primera travesía mexicana. Para hacer dedo a Puebla es muy sencillo si sigues los siguientes pasos: tomar el metro hasta alcanzar la estación ‘La Paz’ y descender para tomar la furgoneta que se dirige al pueblo de Chalco, a las afueras de la capital. Poco antes de llegar a destino dile al conductor que te deje en la intersección que va hacia Puebla y estarás a un kilómetro a pie del peaje San Marcos, lugar ideal para agarrar un aventón.

Mi experiencia fue muy grata al conseguir un viaje en menos de 30 minutos que iba directo para Puebla, más específicamente hacia Cholula, mismo lugar al que me dirigía. En Cholula tenía mi couchsurfing esperando por mi, encuentro que sería rápido gracias a la gestión de Arturo, conductor de esta ocasión. El camino se encuentra en constante arreglo, motivo para las habituales quejas hacia la corrupción gubernamental y la esperanza hacia el trabajo que el nuevo gobierno podrá realizar. De igual forma atravesamos por medio de la sierra formada por el monte Tlaloc y el volcán Iztaccihuatl. Magnífica hora de viaje que me dejó en un centro comercial de Cholula para agarrar internet a pocos minutos que la lluvia cayera con toda su furia sobre la ciudad.

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Me habían hablado mucho de que en esta zona encontraría de seguro dos elementos: iglesias y buena comida, y venía con las intenciones de conocer ambas. Lo que no sabría es que sería así de rápido. Mientras arrancaba ágilmente con mi mochila por los pocos techos de la avenida principal y buscando refugio cada vez que la lluvia se ponía muy intensa, creo haber divisado en 15 cuadras o menos unas cuatro iglesias y en el horizonte visualizaba cúpulas de al menos dos más. Al llegar a la parada del bus cayó un aguacero enorme y me ubiqué bajo la lona de un restaurante que ofrecía ‘cemitas’, uno de los platos que me obligaron probar, y qué más da, hacía suficiente hambre para hacer una pequeña parada y estrenar mi paladar con la gastronomía poblana. ¡Qué delicia de plato! El sandwich gigante es llamado cemita por el tipo del pan (si fuese bolillo sería torta) que pedí con milanesa y mucho queso. Entenderán que esa noche no tuve necesidad de cenar más que un té para bajar tamaño sandwich, qué bueno que estaba. Partimos bien.
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Mi anfitriona, Isabel, es artesana experta en el trabajo en cartón y sus trabajos son una maravilla. Si buscan ‘La Catrinería Puebla‘ podrán ver sus hermosas catrinas y otros diseños. Al salir a recorrer Cholula llegarás rápidamente al centro neurálgico del turismo de la ciudad y es la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, que está situada sobre un cerro que resulta ser una pirámide, la mayor de todo Mesoamérica. Esta pirámide prehispánica permite que los visitantes recorran el laberinto de túneles de su interior, cosa única entre las estructuras de su tipo en la zona. Lógico es que los españoles hayan querido construir la iglesia en su cima para así representar que las creencias católicas estaban sobre las antiguas creencias mesoamericanas.

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Esta iglesia data de 1594 y ha sido devastada por numerosos terremotos. El interior de la iglesia es magnífico (no permiten tomar fotografías) y cuenta con una exhibición de fotografías que cuenta la historia del lugar, pero lo mejor sin duda son las panorámicas en cualquiera de los cuatro puntos cardinales para divisar el centro de Cholula, el volcán Popocatepetl o hasta sectores de Puebla. Ya descendiendo y caminando hacia el centro es común escuchar gente hablar sobre que estamos en la ‘ciudad de las 365 iglesias’, cosa que es falso porque sólo cuenta con poco menos de 250 y considera toda clase de templos, no sólo iglesias católicas. Y hoy se encuentran en muy mal estado por el terremoto que afectó a la zona en septiembre de 2017, muchas sin permiso para acceder a ellas. Del centro de Cholula recomiendo dar una vuelta por el mercado, el convento de San Gabriel Arcangel o las iglesias de Tonantzintla mientras aprecian el colorido de la ciudad.

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Ya en mi camino a Puebla pude conocer a Rocío quién me había contactado vía Facebook unos días antes. Junto a ella hicimos dos actividades indispensables si andan por la ciudad. La primera es probar la maravilla llamada Mole poblano, un goce al paladar. El mole es una salsa tan sensacional que terminó dando su nombre al plato completo, entre otros ingredientes está constituido de chocolate amargo, varios tipos de chile, tomate, almendras, plátano, nueces, pasas, ajonjolí, clavo, canela, perejil, pimienta, cebolla, ajo y tortillas, y acompañado de arroz y pollo.

Al atardecer Rocío me llevó a la Estrella de Puebla, una rueda de la fortuna gigante que está casi en el límite de Cholula y Puebla y que nuevamente nos otorga una visual privilegiada a 80 metros de altura de todos los alrededores. Gracias por tu buena onda Rocío y por tu orgullo de compartir las riquezas de tu lugar de vida!

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Antes de llegar a Puebla no tenía muchas expectativas y para ser franco, viniendo desde Morelia (mi ciudad favorita en México) menos aún tenía ánimo para ver catedrales y centros históricos coloniales, pero esta ciudad tendría otros elementos que llamarían bastante mi atención. A pesar de que su nombre es Puebla de Zaragoza, también es conocida como Puebla de los ángeles por una historia que dice que durante la construcción de su iglesia principal había que subir dos pesadas campanas a las dos torres de los costados de la catedral (la más alta de las colonias españoles), tarea imposible para los obreros. Luego de, a duras penas subir la primera, dejaron la segunda en el suelo y por la mañana la encontraron colgada en la torre en el lugar que debía reposar, motivo por el cual concluyeron que quienes habían efectuado aquel trabajo eran ángeles. A pocas cuadras del centro, junto a Isabel, pasé a degustar de una parada obligada en Puebla, la Pasita, una cantina poblana de más de 100 años de antigüedad.

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Otro evento que desconocía y que hizo mi estadía en Puebla muy interesante fue la historia de la batalla del 5 de mayo y los túneles que Puebla esconde bajo sus calles. Este día en 1862 el ejército mexicano armado de forma muy humilde derrotó a Francia, una potencia militar mundial. Recorrer estos túneles que circulan desde el centro de Puebla hasta el cerro de Loreto, lugar en que se efectuó la batalla, es un viaje no sólo al pasado, sino que te hace ser parte de aquella batalla. En el cerro podemos encontrar los fuertes de Loreto y Guadalupe utilizados aquel día, ambos museos que rememoran la gesta heroica.

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Al igual que Cholula, en Puebla era posible ver mucha reconstrucción y destrucción debido al terremoto del año pasado. Los colores de la ciudad y la talavera (un tipo de cerámico típico de la zona) se marchitaban ante tanto andamio, escombro y polvo producto del intento por continuar preservando el centro histórico de la ciudad. En Puebla tuve la oportunidad de quedar en casa de Alejandra, quién recibía por primera vez alguien de Couchsurfing en su casa y se encontraba muy emocionada al respecto.

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Entrando de lleno en el plano gastronómico, ya les hablé de la cemita y el mole, alimentos típicos de Puebla, pero eso no estaría ni cerca al final de este viaje por el mundo de las comidas poblanas. Una sorpresa mayor fue observar que en este lugar venden el pan de la misma forma que en Chile conocemos la marraqueta o pan francés. Puede sonar simplón, pero no saben cuanto extrañaba comer un pan con estas condiciones, así de crujiente y sabroso. Con él es posible preparar tortas árabes o tacos árabes si en vez de pan lleva tortilla de maiz. Además, durante el día las heladerías poblanas son un imperdible y por las tardes unas buenas chalupas o molotes o chanclas saciarán tu hambre antes de dormir. Mi paladar se regodeaba de tanto sabor.

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Eso si, es mi deber hacer una excepción y separar un plato del cual venía escuchando hace semanas debía probar en México y que aquí me acercaba al fin de la temporada de su producción. Ese sería el Chile en Nogada, creado por las madres agustinas del Convento de Santa Mónica en 1821. Tras un paseo con Alejandra por el centro de Puebla,  donde visitabamos el barrio de los sapos y de los artistas, paramos en un restaurant para dar una probada a este verdadero manjar. El chile en nogada no es un plato barato debido a que su preparación es compleja y sus ingredientes seleccionados minuciosamente, y es típico de septiembre para época de la independencia de México y verán que los colores que lleva representan los de la bandera mexicana. El chile en nogada consiste en chile poblano relleno de un guisado de carne de res y puerco, mezclado con fruta (plátano, manzana, pera) y frutos secos como nuez y almendras, mientras que sobre el conjunto va la nogada, una crema de leche con queso, vino, canela, entre otros. Encima de todo va la granada y el perejil, un orgasmo al paladar y al estómago. Top 3 de lo mejor que he probado en mi vida, sin duda alguna.

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Comenzando a preparar mi salida de Puebla, tuve la posibilidad de cumplir un deseo que llevaba varios meses en México por cumplir y es poder encontrarme con algún jugador chileno que esté en el fútbol mexicano, y mi suerte no pudo acompañarme de mejor manera. Rodrigo Millar es un ídolo del fútbol para mi, canterano de mi club en Chile, Huachipato, y a quien le deseo éxito donde quiera que su brillante carrera lo lleve. Fue aquí, en Puebla, gracias a la gestión de amigos desde Chile (más vale tener amigos que plata, se los digo) es que pudimos concretar un encuentro con él y contarle de mis aventuras mientras él me hablaba de sus días, hoy cinco años, viviendo en tierras mexicanas. Gracias Kevin y gracias chino por tu calidez y las entradas para ver el partido ante Lobos. ¡No olvidaré tu buena onda!

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¿Qué puedo decir de Puebla? Me llevo amistades gigantes, mis eternos agradecimientos a Isabel y Alejandra por su simpatía y generosidad para hospedarme. Una historia que demuestra lo grande que es Couchsurfing es que Lambros, un chico chipriota que conocí a través de la aplicación, nos invitó a Isabel y a mí a cenar a su casa un plato típico de su país (fakes) y hoy unas semanas después de mi paso por la ciudad ambos son roomates en casa de Isabel. El poder de las redes de amistad es innegable, las buenas vibras fluyen igual. Así como Morelia es mi ciudad favorita en términos de belleza arquitectónica, Puebla me la llevo como la de mejor gastronomía y donde nunca caminé solo.

El día de mi partida lamentaba que en mi semana en la ciudad nunca pude ver el volcán Popocatepetl despejado, pero aquella mañana en que Oaxaca sería mi destino aún quedaba una sorpresa para mí. Subí a una camioneta en el peaje de Puebla que me llevaría a Atlixco y en aquel lugar obtuve una postal perfecta del volcán, como si estuviese despejado para despedirme y darme el final que merecía mi estadía en Puebla. No hay agradecimientos que logren expresar lo que mi corazón sentía, me iba pleno y lleno de dicha, nada más.

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