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Torres del Paine ¡La octava maravilla!

El Parque Nacional Torres del Paine es un lugar especial. Es la atracción más visitada de la zona, elegida recientemente como la Octava Maravilla del Mundo Moderno, pero así como hay gente que ha terminado maravillada recorriendo sus rincones, existe otra que ha hecho la caminata completa y se ha decepcionado, muchas veces porque el clima no los acompaña. Sabiendo con anticipación la importancia de este factor, decidimos averiguar el estado del clima y buscar un par de días despejados consecutivos para poder iniciar el circuito y ver las Torres del Paine con la mejor panorámica posible. Además no teníamos mucho tiempo disponible ya que era 25 de Abril y el día 30 los transportes hacia Torres y el catamarán interno del parque dejaban de transitar debido al fin de la temporada alta.

Después de unos días en Puerto Natales, nos reunimos con Lisa, Jason y Andrew y comenzamos bien de madrugada la ida. Desde el terminal de buses de la ciudad salen buses por 12 mil pesos ida y vuelta (la ida instantánea y la vuelta es abierta, en relación al día que quieras salir del parque), pero por ser temporada baja nos cobraron sólo 9 mil pesos.

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(DE AQUÍ EN MÁS RECOMIENDO VER ESTE MAPA COMPLETO DEL PARQUE).

El recorrido es el mismo que habíamos tomado con Andrew el día anterior hacia la Cueva del Milodón, pero esta vez serían 116 kilómetros transitados para llegar a la primera parada, Laguna Amarga, dónde descenderíamos. Quién gusta hacer el Parque Nacional tiene la libertad de bajarse en cualquiera de las 3 paradas que el bus hace (Laguna Amarga, Pudeto y Administración) y tiene también completa independencia del recorrido a realizar. Las rutas más comunes son la W, que nosotros realizaríamos, y la O que es mucho más extensa.

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En Laguna Amarga pagaríamos nuestro ticket de ingreso (5 mil para chilenos y 18 mil para extranjeros) y tomaríamos de inmediato una van al Hotel Las Torres, lugar en que comienza la caminata. Las primeras dos horas de subida hacia el Campamento Chileno son duras, pero tuvieron su premio al permitirnos estar en primera fila de un maravilloso espectáculo de cóndores, dónde llegue a contar 17 volando sobre nosotros en simultáneo, por lo que las cámaras no pararon de disparar. Eran los reyes del lugar y nosotros los visitantes que entrábamos en sus aposentos.

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Tras continuar bordeando el cauce del río Ascencio por una hora más, llegamos al Campamento Chileno con bastante luz solar, así que decidimos continuar hacia el próximo destino, el Campamento Torres. Por suerte los 90 minutos que significaron el sendero hacía ahí fueron mucho más ligeros que las primeras 3 horas de caminar, cosa que nuestros queridos pies agradecieron en demasía. En el campamento desempacamos rápidamente y preparamos nuestro primer intento a las Torres del Paine para probar suerte, ya que se había nublado un poco. Tan sólo a la salida nos esperaba otra gran sorpresa, ya que nos encontramos con Anne y Simon, amigos alemanes que conocí en Isla Navarino, por lo que desde ya sabíamos que aunque nos fuera bien o mal en las Torres, íbamos a tener un caluroso recibimiento de vuelta.

La ruta hacia las Torres parte suave, por entre el bosque y con una pequeña pendiente, pero sabíamos que eso no duraría mucho y que en cualquier momento comenzaría el ascenso, ya que el Mirador de las Torres queda a más de 850 metros de altura. Y así fue. Enfrentamos una fuerte subida sobre las rocas y la nieve, pero fue quizás uno de los esfuerzos que más ha valido la pena en la vida. Ahí estaban ante nosotros, indescriptibles pináculos de granito, majestuosos, que te dejan sin un puto aliento en el cuerpo. Podíamos ver cerca del 90% de las Torres ya que las nubes ocultaban la parte superior, y cuando el silencio se apoderaba de nosotros podías escuchar como se rompían los glaciares de su base; todo esto sobre una hermosa laguna turquesa, digno de la octava maravilla.

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Satisfechos de esta primera experiencia, volvimos al campamento esperando intentarlo nuevamente al día siguiente y ojalá con un día despejado.

A las 7 am del segundo día ya estábamos en marcha para el nuevo intento a las Torres con un objetivo claro en mente, ver el amanecer en ellas. Esta vez subimos los seis que cenamos la noche anterior y el resultado fue mejor de lo esperado, porque teníamos ante nosotros las Torres en su total magnitud, despejadas, mas nevadas que la noche anterior y con cóndores sobrevolándolas. Inmensas. Era increíble ver como las Torres cambiaban de colores constantemente, a medida que el sol hacía su aparición. Una postal perfecta y un lugar para conocer antes de morir menos en mi extensa lista.

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El primer día habíamos caminado 10 kilómetros y el segundo nos esperaba el doble, bajo un brillante día soleado. Despedimos a nuestros amigos alemanes en el Campamento Chileno para continuar por el sendero que rodea el Lago Nordernskjold durante toda la tarde. A medida que avanzábamos, se presentaba ante nosotros la colorida flora típica de la zona, además de la gran diversidad de aves y la segunda gran estructura de granito del parque, los Cuernos del Paine; todo esto bajo el aire patagónico que refrescaba la piel. Una cosa digna de destacar en este tramo es la gentileza de los mochileros que te cruzabas en el sentido contrario, dónde nos advirtieron de la infestación de ratas en los siguientes dos refugios, por lo que tomamos la arriesgada decisión de acampar al aire libre, con los Cuernos de fondo, lo que esta prohibido.

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El tercer día empacamos el campamento rápidamente para no ser encontrados infringiendo las reglas y retomamos la marcha hacia el próximo objetivo, el Valle del Francés, que es la zona media del circuito W. Habiendo recién salido nos cruzamos con Becky y Jack, pareja inglesa con la que me encontraba por cuarta vez en este viaje, quienes nos contaron su experiencia con las ratas en su refugio y que dio la razón a nuestra decisión de dormir al aire libre. Bajo un clima bastante cambiante, pasamos por el Campamento Cuernos y luego empinamos rumbo al Campamento Italiano.

En Italiano observamos por nuestra cuenta la complicada situación de las ratas, así que la apodamos Mouse City. Estaba infestado totalmente, e incluso los árboles que cubren el campamento se encontraban plagados de halcones a la espera de un movimiento para comenzar el festín. Obviamente esta situación es anormal al parque, ya que coincidió la fecha de apareamiento con la poca cantidad de depredadores (zorros) quiénes arrancaron a la montaña debido al incendio de hace unos años. Colgamos nuestro equipaje y continuamos al Valle del Francés.

La caminata al Valle del Francés fue complicada, en subida y tardó bastante, sumado a que el cielo estaba nuboso por lo que pensamos que sería una perdida de tiempo ir. No podiamos estar más equivocados. Tan sólo unos rayos de sol se necesitó para apreciar una de las mejores vistas de 360° que he visto en mi vida. Los Cuernos del Paine, el Glaciar del Francés (incluso avalanchas en él) y lagos en una panorámica que te define completamente lo que es el Parque Nacional Torres del Paine.

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De vuelta en Italiano, nos dirigimos al Campamento Paine Grande en una caminata de 3 horas en que tuvimos nieve, sol, lluvia, viento, día, noche, de todo. En ella observamos las consecuencias del incendio del año 2011 que destruyó más de 12 mil hectareas. Se te llena el cuerpo de escalofríos al caminar por esos senderos totalmente quemados, una postal verdaderamente de terror. Finalmente arribamos a Paine Grande bastante tarde en víspera de la última gran atracción del parque, el Glaciar Grey.

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El cansancio de los últimos dos días (17,5 kilómetros recorridos el tercero) se había acumulado en nuestros cuerpos por lo que la tercera noche preferimos descansar y partir tarde la cuarta jornada en dirección al Grey. El clima no acompañaba mucho, ya que había mucho viento, lluvia, nieve y además teníamos 10,5 kilómetros por delante.

Desde mitad del sendero que rodea el Lago Grey ya te encuentras con miradores que apuntan al gigante de hielo, al glaciar milenario, por lo que las ansias de llegar se incrementaban de manera exponencial. Luego de cuatro horas de marcha llegamos al Campamento Grey, dónde el administrador nos recibía con buenas noticias, permitiéndonos dormir en el quincho en vez de tener que armar carpas. Una merienda y a lo que vinimos. ¡Al Glaciar Grey!

El mirador queda a no más de 15 minutos del refugio por lo que fue bastante ligero y así teníamos más tiempo para disfrutar. Poco antes del Glaciar hay una playa con pequeños témpanos del Grey, por lo que bajamos y jugamos como si fuésemos niños con juguetes de Navidad. Luego continuamos al mirador e incluso hasta el punto mas cercano con el glaciar de frente. Conmovedor, hermoso, nunca pensé emocionarme tanto con un pedazo de hielo, pero estar ahí frente a él con un viento que me sentaba cada vez que me ponia de pie me hacía sentir minúsculo. Ya sólo quedaba tachar un lugar menos en mi lista de lugares para conocer antes de morir y volver a la playa por un témpano que acompañe el whisky de celebración en el campamento. ¡Habíamos terminado el circuito W!.

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El quinto día consistía en regresar a Paine Grande y volver a Puerto Natales, pero el ticket abierto aún tenía un día mas para estar en el parque antes del fin del transporte, por lo que Lisa y Jason decidieron volver y Andrew me acompañó un día más para ver el glaciar desde arriba, mi gran sueño en el parque. La caminata de 20 km hacia el Campamento el Paso tuvo buen clima de ida y fuerte lluvia de vuelta, por lo que volvimos empapados y muy cansados, pero lo que vivimos allá vale más que mil resfriados juntos. Puentes colgantes, escaleras verticales para cruzar rios y una vista del Glaciar Grey única en la vida. Un sueño hecho realidad. De vuelta en el refugio nos esperaba un reponedor café caliente y descansar la última noche para partir el día siguiente a lo que sería nuestra despedida de las Torres del Paine.

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El último día mi cuerpo se sentía muy exhausto, pero satisfecho de haber tenido algunos de los mejores días de mi vida en un lugar sin comparación. Correspondía una tranquila caminata de regreso a Paine Grande bordeando el Lago Grey durante 3 horas para esperar la última navegación en catamarán de la temporada por las turquesas aguas del Lago Pehoe para ir a Pudeto, dónde estaba el bus que nos llevaría a Puerto Natales. Tras 6 días y más de 90 kilómetros de marcha dejábamos la octava maravilla del mundo moderno. Hasta la próxima, porque definitivamente habrá una próxima.

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