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Quito (Parte 1): Una ciudad de contrastes

Mi experiencia en la capital del Ecuador fue bastante particular, ya que no había pasado mas de 7 dias en un mismo lugar hasta que pise suelo Quiteño. Acá pasé mis últimas dos semanas en las que viví un vaivén de situaciones que involucraron diversos de sentimientos de mi parte, y dónde los extremos se presentaron ante mi con mucha frecuencia.

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A la capital del Ecuador arribé desde Huaquillas, en la frontera con Perú, en un viaje de 12 horas con la empresa Panamericana. Llegaba a la terminal Quitumbe ubicada al sur de la ciudad y mi primera impresión era «Wow, muchos policías, muy moderno». Y en efecto, con el tiempo iría confirmando ambas impresiones, una ciudad muy resguardada y más tecnológica que sus predecesoras.

Encontrada en las faldas del volcán Pichincha, la ciudad de Quito se encuentra ubicada a 2850 metros de altura y es la segunda ciudad más poblada del Ecuador, después de Guayaquil. Es, además, la primera ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y capital del país desde 1830, cuando deciden independizarse de la Gran Colombia.

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En Quito me hospedé en numerosos lugares. Primero que todo debo dar infinitos agradecimientos a Ben Pilgreen, amigo norteaméricano que al no poder aceptar mi solicitud de Couchsurfing tomó la decisión de pagarme un par de días en un hospedaje bastante alejado de mi presupuesto y que me fue tremendamente útil para descansar de «la rutina de la no rutina» que a veces aqueja. Tras esos días, y habiendo pasado por un hostel muy barato y que no recomendaré, caí en Blue House Hostel en el barrio de La Mariscal, del cual no puedo sentir más que felicidad de recomendar. Su gente es de lo mejor, sus instalaciones son lo que yo necesitaba y sus grandes desayunos eran mi paraíso estomacal 😛

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Mi primer objetivo en la capital ecuatoriana era llegar a tiempo para el partido de Huachipato por Copa Sudamericana ante la Universidad Católica en el Estadio Atahualpa, al que por suerte asistí incluso con ida al hotel de concentración y reconocimiento de cancha previo al juego. Una experiencia única, esa de viajar miles de kilómetros para ver a tu pasión lejos de casa, y que ellos sepan que aunque jueguen en Marte siempre habrá alguien para apoyarlos; algo muy difícil de describir, para ser franco. Acá se presentó un interesante contraste, ya que aún habiendo gozado todo lo antes descrito, el partido lo sufrimos, lo perdimos, no gritamos ningún gol, pero con el resultado obtenido clasificamos a la siguiente ronda.

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En mi tercer día en la capital ecuatoriana y habiéndome desocupado del compromiso futbolístico, era hora de recorrer las calles de esta hermosa ciudad, y que mejor que hacerlo con alguien que ya habías conocido tiempo atrás. Mi buen amigo Johannes, con quien compartí en Trujillo en casa de Sabina, se encontraba muy cerca de mi hostal, por lo que pasamos un día recorriendo el popular centro histórico de Quito, el más grande, menos alterado y mejor preservado de América.

Bajamos del bus (una de las mejores cosas de este país es lo económico del transporte) y apareció ante nosotros la gran basílica del voto nacional, un edificio que te deja sin aliento de sólo tenerlo cerca. De estilo neogótico, es el más grande de su estilo en el continente.

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Caminar por las calles de Quito me recordó un poco a Valparaiso en Chile. Para dónde tus ojos miraran era posible ver cerros y cerros de coloridas casas. Luego de pasar a comer un seco de cerdo al mercado de la ciudad, llegamos a la Plaza de la Independencia, dónde también está la sede de gobierno y residencia oficial del Presidente del Ecuador, el Palacio de Carondelet. En ella hicimos una de nuestras cosas favoritas, sentarnos a observar a la gente que pasaba.

Entre otras cosas que aprendimos ahí sentados fue que el conquistador Francisco de Orellana (el fundador de la ciudad de Guayaquil) en una expedición que partió desde Quito descubrió el Río Amazonas. Además, existe una paranoia constante en relación a la vida del presidente de la república, en un país dónde han sido asesinados un par de ellos en su historia (quizás eso explica en parte la gran cantidad de policías y seguridad en las calles). Otra cosa interesante fue ver que una de las cuatro calles que rodean la Plaza se llamaba Chile, en honor a los vínculos fraternos entre ambos países. Finalmente, escuchando guias turísticos, también aprendimos que Ecuador es el mayor exportador del mundo de bananos, cacao fino, y el tercer mayor exportador de flores del planeta.

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Luego avanzamos al norte un par de cuadras para llegar a la Iglesia de San Francisco, ubicada en la plaza del mismo nombre y dónde nuevamente los contrastes se harían presente. Podría escribir párrafos y párrafos sobre la joya arquitectónica que es, su gran tamaño, y cómo combina los distintos estilos de forma armoniosa, pero me produce una pena y una desilusión tremenda que a menos de 100 metros de distancia de un lugar que goza de riquezas tales para construir un altar así..

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.. sea posible que sucedan cosas como estas..

A veces creo no estar preparado para vivir en este mundo.

En fin, continuando (y finalizando, ya que esto último no me dejó con mucho ánimo de seguir) nos dirigimos con Johannes hacia el corazón de Quito y el lugar más visitado de la ciudad, el Panecillo. Es un cerro considerado el mayor mirador natural de la capital ecuatoriana y que está coronado por la «Virgen de Quito», una escultura gigante de aluminio más alta que el Cristo Redentor.

Llegar arriba fue más sencillo de lo que esperaba, considerando que subir cientos y cientos de escalones a 3000 metros de altura no es una tarea fácil. Ya arriba, inmortalizamos el momento junto a mi compañero de ruta y a la reina del lugar, y nos quedamos un tanto a observar las enormes panorámicas que la capital del Ecuador tiene para ofrecer. Un buen momento para sentirse afortunado de estar dónde estás y hacer lo que haces. Una sonrisa se posó en mi rostro y me hizo dar gracias a la vida nuevamente.

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