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Conquistando el cielo y las profundidades Rapa Nui (Parte 3/4)

Los alrededores de Hanga Roa ya eran historia, así como también el volcán más asombroso (y próximo al pueblo) que estas tierras sabían cobijar. Era hora de adentrarse en lo profundo de la milenaria isla, recorrer cada rincón de este museo arqueológico al aire libre que tenía frente a mi, y qué mejor que hacerlo asistiendo a una cita con los siete exploradores.

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Ahu Akivi es una plataforma moai única en su especie, ubicada a unos 10 kilómetros al norte de Hanga Roa. Su particularidad yace en que, a diferencia de las otras plataformas de la isla, está situada tierra adentro y sus moais miran hacia el mar y no de espaldas como es habitual. Se dice que representan a los 7 exploradores que llegaron para abrirle el camino a Hotu Matua, primer rey de la isla.

Como anticipé, este iba a ser un día bastante largo, por tanto casi de madrugada tomé un taxi solamente de ida hasta Ahu Akivi. El sol recién mostraba pequeños destellos de luz, por lo que la plataforma no quedaba iluminada en su totalidad y no podía sacarle el mejor provecho fotográfico. La buena noticia era que a un costado de los exploradores iniciaba uno de los senderos que ascendía al Maunga Tere Vaka, el punto mas alto de Isla de Pascua. Decidí dejar Ahu Akivi para cuando bajase, y así optimizar la situación. Creo que a veces el Ingeniero Industrial que llevo dentro se digna a aparecer, pero sólo a veces.

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La subida es de una pendiente leve y con un sendero que a medida que asciendes se hace menos visible. La regla para avanzar es simple: mientras haya un lugar más alto que dónde estás pisando, se continúa caminando. En el trayecto sólo divisé a lo lejos un par de chicos descendiendo en bicicleta y un grupo de turistas a caballo que se encontraban por alcanzar la cima, por lo que la soledad del ascenso te entrega una paz y serenidad inmaculada, acentuando el aislamiento geográfico en el que mi cuerpo y alma se encontraban. Me tomó cerca de dos horas el llegar a los 511 metros de altura, el punto más alto de la Isla de Pascua.

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La cima del Maunga Tere Vaka entregaba una vista de 360 grados que mostraba el perímetro de la isla casi en su totalidad. El horizonte al oeste, mi punto más cercano, mostraba un horizonte curvo, un fenómeno que jamás había podido observar. Me remonté a los años 1400 y lo difícil que fue para Cristóbal Colón lograr la aceptación en su teoría que la tierra no era plana. Al este se hacía presente el Poike, tercer volcán principal de la isla, y al sur veía un pequeño Hanga Roa junto a su Rano Kau. La geografía que dio origen a este volcánico punto del planeta estaba a sólo un giro de mi cabeza.

Tras descender hubo tiempo suficiente para comer algo frente a Ahu Akivi y tomarle las fotografías pendientes con el sol latiendo sobre los exploradores. Uno de los lugares más concurridos de Rapa Nui, a plena luz del día, para mi solo. Quizás la misma soledad que debieron de pasar estos 7 viajeros polinésicos al encontrar esta isla, a la espera de quiénes serían sus habitantes por los próximos 15 siglos.

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De Ahu Akivi al oeste se extiende el camino de las cuevas, o el que yo llamé «El camino de las guayabas» por la gran cantidad de arbustos de este amarillento fruto encontradas a un costado de la ruta. Todas las cuevas de este camino forman parte de canales de lava de las laderas del Maunga Tere Vaka, muchas de ellas utilizadas como hogares para refugiar a sus habitantes de las inclemencias del clima. Aquí es dónde la soledad se acabó, al cruzarme con un guía turístico vestido de nativo, que de forma gratuita me unió a su grupo. El conjunto de cuevas de esta sección del camino reciben el nombre de Ana Te Pahu.

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Tras dejar al grupo llegué nuevamente a la costa oeste, con un calor que me fundía el cerebro y sin ninguna sombra a mi alrededor. Una familia de Eslovenia seguía mis pasos en búsqueda de una de las atracciones más impresionantes de Isla de Pascua y de la cual yo tenía casi nulo conocimiento. Llegamos casi juntos a Ana Kakenga, o también llamadas «Las dos ventanas».

Esta cueva, como todas las anteriores, es un tubo de lava delgado de unos 50 metros de largo que tiene la particularidad de finalizar en el mar, en dos ventanas que dan directamente a un acantilado. La entrada a la cueva está ubicada en un agujero que simula una escalera y donde es necesario una linterna para avanzar los primeros metros. La vista desde una de las ventanas al horizonte permite ver el islote Motu Tau Tara. Después me comentarían que algunos de los mejores atardeceres de la isla se observaban dentro de esta cueva, pero para ser franco no me gustaría estar encerrado en este lugar al caer el sol.

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A poco más de 1 kilómetro de regresar a Ahu Tahai se encuentra otra plataforma llamada Ahu Akapu, ubicada en una zona llamada Hanga Kio’e. Este solitario moai fue levantado por una viuda en honor a su difunto marido, cuyos restos descansan bajo la gran estatuilla de roca.

Finalmente, y como Rapa Nui ya me tenía acostumbrado, el día finalizó con una puesta de sol a pasos del lugar dónde estaba el campamento. Otra aventura en el ombligo del mundo daba por término.

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NOTA: Mapa del recorrido realizado este día.

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