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Argentina y sus 7 Lagos, bendita casualidad

Siempre lo tuve en mente, pero jamás había podido realizarlo. La verdad, nunca supe por qué. Estaba tan cerca geográficamente, pero de alguna forma lo sentía muy lejano en mi cabeza. A veces los lugares más increíbles están más cerca de lo que uno cree. Lo cierto es que una fallida visita al médico en Bahía Blanca, Argentina, a la que iba de mochilero, posibilitó recorrer esta magnífica carretera trasandina en el plazo de una semana, un tiempo más que razonable.

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Por diferentes razones, casi nunca hago dedo por Chile en época de verano porque las carreteras y en particular la Ruta 5, la principal del país, están completamente colapsadas. Más aún en febrero, porque se celebra la fiesta de la Luna en Cucao, Chiloé, lo que es todo un acontecimiento mochilero. Para este viaje no hubo opción, ni en fecha ni en trayecto, así que junto a mi compañero de ruta en esta aventura, el profesor Giovanni, hubo que aplicar todas las maniobras aprendidas en estos años haciendo autostop para diferenciarse del resto. Todo vale, desde la ubicación, la visibilidad, hasta entregar el mensaje correcto e inspirar seguridad.

El inicio fue firme, ocho vehículos desde Talcahuano que culminaron con unas cervezas a las orillas de la playa de Pucon, luego vendría el cruce fronterizo Mamuil Malal en Currarehue y la entrada a la Argentina en dirección sur, hacia Junín de los Andes, todo estaba saliendo todo mejor de lo planeado.

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Pero como he descrito hasta el cansancio, viajando no todo es siempre color de hormiga. Junín fue morder el polvo y el comienzo de perder la esperanza de llegar. Hay días malos haciendo dedo y este definitivmamente era uno de aquellos. Ningún transporte iba a Neuquén, todos venían de vuelta. Estábamos a 900 kilómetros de Bahía Blanca a falta de dos días. Mi cita con el médico desgraciadamente debía ser pospuesta. Pero, como también siempre digo, cada problema siempre presenta una oportunidad, así que para aprovechar el tiempo y la ruta recorrida, íbamos a empinar ruta hacia el sur para, al fin, visitar la esquiva ruta de los siete lagos, mi anhelo pendiente. Y eso no sería todo, ya que Junín nos tendría una última sorpresa, coincididendo nuestra noche allá con la popular fiesta del Puestero, una celebración que atrae gente de toda la provincia y el país (y probablemente el motivo por el cual nadie nos llevo ese día).

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Para llegar a la Ruta de los 7 Lagos desde el norte, se debe llegar en primer lugar a la ciudad de San Martín de los Andes, a orillas del Lago Lacar, el primero del camino. A pesar de ser un lugar costoso, San Martín tiene un supermercado que permite a mochileros proveerse adecuadamente y cuenta, además, con variada oferta de hospedaje, desde económicos camping hasta lujosos hoteles. A orillas del lago nos encontramos con el final de una competencia estilo Ironman de varios días de competición, lo que aceleró nuestra salida de la ciudad debido a la alta afluencia de vehículos corriendo hacia el sur. Y a unos kilómetros de San Martín, junto al Lago Lacar encontramos el Camping Zorzal, una ganga por solo 100 pesos argentinos (5000 pesos chilenos).

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Una noche en el camping bastó para rodearnos de la calidad chileno/argentina de la zona. En las cercanías de la Cordillera de los Andes no hay conflictos, no hay disputas, son todos hermanos. Dejamos el Lago Lacar con el corazón (y el estómago) lleno para continuar nuestro camino, que gracias a una familia de Neuquén y a un pedazo de papel y un plumón (obligatorios para mochileros), nos permitió un avance considerable. Junto a ellos atravesamos los lagos Machónico y Hermoso (este último no perteneciente a los siete) y nos dejaron en el lugar dónde se entrecruzan los lagos 3 y 4 de la ruta, el lago Falkner y el lago Villarino. Había leído con anterioridad sobre la belleza de los lagos, pero jamás nadie había enfatizado en sus cumbres, sus cerros, sus gigantes de granito. Pensaba: ‘en invierno deben ser alucinantes’. Nada que envidiar a algunas cumbres respetables del resto de la Patagonia.

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Así como la ruta está llena de camping pagados con instalaciones y servicios básicos, también es fácil encontrar zonas de acampe gratuito. Ese fue el caso de Pichi Traful, una zona a orillas del río que desemboca en el Lago Traful. En los camping gratuitos es más probable encontrarse a familias argentinas que pasan semanas enteras bajo la carpa, al ritmo de la cumbia y con un menú compuesto por tortas fritas, asado y un buen fernet con coca.

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Hubo que llegar al final de la ruta para vivir una sensación veraniega. En la parte trasera de una camioneta junto a un grupo de amigos argentinos que estaban bastantes kilómetros sobre el cielo, atravesamos los lagos Escondido y Correntoso, para llegar al último lago del camino, el lago Espejo. La suave arena, la gente tomando sol, embarcándose en lanchas o bañándose en las cristalinas aguas nos hacían sentir en otro lugar, diferente de los que habíamos ya visitado. Lugar perfecto para un almuerzo, y una caminata final hacia nuestro último camping de la ruta y una fría cerveza a orillas de la playa acompañó el descanso final. Mañana había que volver a Chile.

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Habíamos andado por 5 días sin parar un segundo. El cansancio se notaba a metros. Volvíamos a Chile haciendo autostop nuevamente hacia la frontera, en lo que fue otro gran desafío. Entiendo que hacer cruzar a alguien una frontera puede ser riesgoso, pero recuerdo esa mañana como un suplicio innecesario, y agradezco a ese padre suizo, esa hija guatemalteca y ese pequeño Wolksvagen la gran ayuda que fueron para nosotros. La frontera Cardenal Antonio Samore (mi octava entre Chile y Argentina) era una realidad y estábamos de vuelta en nuestro país.

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El resto es historia. Volvimos a Talcahuano (no sin antes pasar una noche en Temuco) habiendo recorrido la no despreciable suma de 1400 kilómetros a dedo, y nuestro número mágico de vehículos tomados en los 7 días totales fue de 20. Gracias a todos y cada uno de ustedes, por la confianza y la experiencia.

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