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Aletas y puños: Atlanta se tiñe de azúl

Desde que dejamos de viajar en auto en Florida, una palabra definió todos nuestros siguientes medios de transporte por las próximas semanas: Megabus. La compañía de transportes es conocida en el país por contar con tickets de hasta 1 USD en algunos trayectos, una verdadera locura para la realidad estadounidense. Operan en más de 30 estados y fue nuestra salvación por toda la costa este.

Una noche de Megabus iniciada en Orlando nos dejó en nuestro segundo estado del viaje, Georgia. Y no era cualquier día, era 1 de Marzo, llamado en los Estados Unidos el «Super Tuesday», día de elecciones primarias en el conservador estado. Todo era Trump, Hillary, Cruz o Sanders.. interesante.

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Más allá de la política, Atlanta significaba dos actividades (y sueños) completamente diferentes para mi compañero de viaje Francisco y para mi: él buscaba acción, yo naturaleza. Él buscaba un ring, yo buscaba agua. Él buscaba superestrellas de la lucha, yo buscaba fauna marina. Así que esto se iba a poner aún más interesante.

Al primero que le tocó cumplir su sueño fue a mi, visitando uno de los acuarios más sorprendentes del planeta, el Georgia Aquarium. Debo decir que no soy un fanático de sitios que mantienen a animales fuera de sus hábitat natural, pero debo ser honesto, siendo el acuario más grande del mundo (30 millones de litros de agua y 110 mil animales) alucinaba con este lugar hace años.

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El acuario tiene una entrada de 40 USD (+ tax) y está dividido en 5 zonas de exploración, más 2 zonas de entretenimiento con juegos para niños y proyección de películas 3D. La primera zona visitada fue «River Scout», el lugar enfocado en los ríos y en su importancia en la vida de los animales, la población y las culturas del mundo. Esta zona entrega diversa fauna de ríos de África, Sudamérica, Asia y del estado de Georgia. Entre los animales que es posible encontrar acá están las tortugas de agua fresca, el caimán americano, la piraña, la anguila eléctrica, la nutria e innumerables cíclidos africanos y especias exóticas del amazonas.

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La segunda zona del acuario es la llamada «Dolphin Tales», un tributo en movimiento a la conexión entre humanos y delfines, incorporando efectos, actores y mucho más. Está dividido en un tanque gigante dónde es posible apreciar a estas maravillosas especies, y a su costado un escenario en que se realiza esta memorable experiencia para todas las edades. Personalmente, debo decir que es la parte del acuario que menos disfruté, porque una cosa es conservar y mantener especies en cautiverio, y otra es venderlas como un espectáculo dónde los obligas a realizar actividades para entretener al público. Te recuerda un poco a los parques Sea World, conocidos por sus malas prácticas.

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Nos trasladamos al frío, era tiempo de visitar «Cold Water Quest», la tercera zona del acuario. En este lugar, ejemplares de Japón, Sudáfrica y todo el ártico proporcionan un acercamiento a la vida de alguno de los mundos de los ecosistemas más fríos del planeta. La reina del lugar es definitivamente la enorme beluga, ese cetáceo blanco con hocico achatado, así como también es posible encontrar estrellas y caballitos de mar, pingüinos africanos, dragones marinos, anémonas y pulpos, entre otros.

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Del frío ártico pasamos a «Tropical Diver», la zona que te transporta automáticamente a los arrecifes de coral, en una de las exhibiciones vivientes más grandes de cualquier acuario en el mundo. El colorido de los ecosistemas tropicales se toma el lugar y la búsqueda de lo que nosotros llamábamos el ‘Pez Nemo’ (pez payaso) y el ‘Pez Dory’ (pez cirujano) daba inicio. Junto a los personajes de Pixar, fuimos capaces de reconocer medusas, anémonas, peces ángel y calamares.

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Lo mejor quedaría para el final. La última zona del acuario es una experiencia surrealista conocida como «Ocean Voyager», la cual te traslada completamente al fondo submarino. Caminas a través de un túnel de acrílico con una correa transportadora a mínima velocidad para disfrutar completamente la experiencia. La sensación es indescriptible, a momentos me sentía en el mismísimo Otoh Gunga (los fans de Star Wars me entenderán) o recorriendo los pasillos de la Atlantida, para citar un lugar más conocido. Estos animales cubren el 71% de la tierra y su alcance es inimaginable para nosotros los seres humanos.

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Pero sobre el final del túnel quedaba una última sorpresa. Al extremo de la correa transportadora arribamos a una especie de cine, pero uno muy particular, porque la pantalla era un acrílico gigante y la película era uno de los hábitat interiores más grandes del mundo, con 19 millones de litros de agua salada. Mantas rayas, tiburones, pargos, jureles, peces sierra, entre otros; y además el único acuario de Norteamérica que contaba con los gigantes tiburones ballena. Representando la enorme diversidad del océano abierto, entrega una perspectiva única de algunos de los más increíbles animales acuáticos.

El lugar tiene unos escalones para tomar asiento y admirar el ecosistema, mientras escuchas una agradable música de fondo de corte somnífero, e incluso si pagas adicional puedes bucear al interior del tanque. Podías estar ahí por horas. Esto era a lo que había venido, y podía regresar satisfecho con mi misión cumplida.

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Y después de tamaña aventura, ¿Quién iba a creer que aún quedaba la segunda parte del día, cumpliendo el sueño de mi amigo? Tras un reponedor almuerzo empinamos al Philips Arena de Atlanta para vivir lo que muchas veces habíamos visto sólo por televisión. Cambiamos la naturaleza por el show, pero el color azul de la marca Smackdown se mantuvo. La verdad no sé si otro país vive la lucha libre con esta cantidad de fans y parafernalia, porque aunque no te guste el espectáculo, debes admitir que lo saben realizar de manera perfecta.

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Durante tres horas fuimos testigos de las superestrellas de la lucha, incluyendo algunos de la época en que uno mismo veía semana a semana los shows desde Chile. Músculos, patadas voladoras, llaves de rendición, cuerpos contra mesas y sillas, fuegos de artificio y todo lo que te puedas imaginar llenó de acción el final de la jornada.

Atlanta nos había dado un día más que redondo, y suficiente para recordarla por mucho, pero mucho tiempo. El atardecer culminaría tal cual fue el amanecer, en un Megabus rumbo a nuestro próximo destino, Athens GA, en una pequeña escala hacia el objetivo mayor, Washington D.C.. Era hora de buscar más aventuras.

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