En un principio, mi intención en Las Vegas era alquilar un auto y estar aproximadamente 5 días rodando alrededor de los parques nacionales de Utah y Arizona. Cuando recibo la llamada (y posterior invitación) de Neven para viajar consigo en su Rocinante, pero con la condición de que el viaje se extendiera por 10 días, hubo que hacer espacio suficiente entre mis actividades para hacerlo calzar. Habiendo hecho esto, lógicamente iban a haber lugares que no consideré conocer y que mi compañero de viajes si tenía en mente. Ese es el caso de los parques Canyonlands y Arches.
La tercera etapa de nuestra aventura involucraba conducir desde Bryce Canyon hacia lo más alejado al este del estado de Utah, en lo que sería la jornada de manejo más extensa del roadtrip. Esta vez fue mi turno de tomar el volante y recorrer la mayor parte de esos 350 kilómetros, mientras el trío europeo descansaba en los laureles. Los Rolling Stones sonaban, que junto a mi nos tragábamos el camino.
En medio de la carretera, en un pueblito pequeño llamado Boulder, encontramos el Burr Trail Outpost, una parada perfecta para los viajeros agotados. Café, brownies, muchos souvenirs y lo más importante para nosotros, baño y Wifi jeje. La ruta escénica 12, lenta y curvilinea como ella misma, postponía cualquier planificación de llegar a tiempo a destino. Cruzamos el Parque Nacional Capitol Reef (el único del estado donde no nos detendríamos) y salimos a la carretera. Primer objetivo, Arches.
El Parque Nacional Arches, como su nombre indica, es conocido por la enorme cantidad de formaciones rocosas con forma de arcos que contiene en su interior. Se encuentra casi en la frontera de Utah con el estado de Colorado y se dice que hay más de 2000 arcos naturales repartidos por toda el área. La mayoría del terreno del parque es plano, lo que hace que las enormes rocas sean centro de atención en cada panorámica, aún considerando las montañas La Sal al fondo de cada imagen. Algunos peñascos juegan con el equilibrio, otros simplemente cuesta creer que adquieran esas extrañas formas.
La razón por la que se formaron estos arcos es porque debajo se encuentran yacimientos de sal subterráneo que modelaron esta tierra. Eso, sumado a la erosión, al agua que se filtra por las fisuras y a la presión del hielo sobre estas, hace que las rocas más nuevas se quiebren, provocando agujeros. Luego por acción del viento, las partículas pequeñas van desapareciendo, dando forma lentamente a los arcos. Dos de los más conocidos son el Delicate Arc y el Anfiteatro.
Recuerdo que, recorriendo el parque, Kenzi y yo nos encontrábamos hablando de dibujos animados de antaño cuando descubrimos que ambos eramos amantes de la serie japonesa Dragon Ball Z (incluso mi amigo belga sabía el intro en japonés (!)). Tras eso nos volvimos aún más inseparables y la cara de enojo de Lili se hizo más frecuente detrás de nosotros. ¿Y Neven? No sabía de qué carajo hablábamos. ¿Qué, no hay Dragon Ball en Bulgaria? No saber quién es Gokú es como no conocer a Snoopy. ¿QUE TAMPOCO CONOCES A SNOOPY? Oh my God. Esta sería una jornada muuy larga.
El día finalizaba y necesitábamos un lugar donde dormir. Como siempre, McDonalds auspició el Internet y www.freecampsites.net nos entregó opciones de alojamiento. Buscamos el más cercano a Canyonlands y ahí paramos. Era una noche gélida, pero la ansiedad de este lugar del que nada sabía hacía que la mente aguantara el frío. Por la mañana la incertidumbre se apoderó un poco del cuerpo y empinamos los últimos kilómetros al parque.
Si Canyonlands pudiese ser descrito con una palabra, esa sería relieve. El cruzamiento de los ríos Colorado y Verde dividen el parque en cuatro sectores, siendo el más importante Islands in the Sky, en el cual nos encontrábamos. Los otros son The Needles, the Maze y the Rivers. La primera pincelada del lugar la recibiríamos en tanto bajamos del vehículo en el Visitor Center. Al frente, un pequeño sendero asomaba hacia una panorámica preliminar, y Neven corrió mostrando el mismo entusiasmo que yo tenía en Bryce Canyon. Éste era su momento.
¡WOW! ¿Era este lugar real? En medio de las alturas del desierto teníamos esto: un acantilado con una limpia vista a cañones y mesetas varias. Algo así como un cañón dentro de otro cañón (aquí es cuando te das cuenta que el nombre del parque no fue en vano). Parecía el campo de batalla de una extinta guerra, o el lugar donde habitaron ancestrales y enormes dinosaurios. Jamás esperé esto y estábamos recién empezando.
Condujimos al punto más al sur del parque Islands of the Sky, a un lugar llamado Grand View Point. Desde este lugar teníamos nada más que una vista de 160 kilómetros a la redonda, una absoluta maravilla. Una meseta gigante aparecía en frente, justo delante de ambos ríos, algo así como la torre de observación del parque. Era como si todo se hubiese agrandado mágicamente, lo que hacía que las dimensiones de este lugar fuesen a ratos difíciles de comprender.
Canyonlands posee caminos especiales para vehículos 4×4 que permiten al visitante descender bajo el acantilado para encontrar vistas más cercanas de los cañones, e incluso acercarse a los ríos que los forman.
¿Qué puedo decir? La gran sorpresa de este primer mes de viaje, definitivamente. Jamás había escuchado antes sobre Canyonlands hasta conocer a Neven, que previo a partir ya me hablaba de este lugar con emoción. La visita culminaría con un paisaje del Green River, para atestiguar cómo ha ido deformando el horizonte por millones y millones de años. Tras esto, podíamos partir en paz.
De vuelta en Moab, el pueblo base para visitantes de Arches y Canyonlands, nos esperaba el primer lujo que nos daríamos como grupo: el bulgaro, los belgas y el chileno se iban a jugar Bowling. Creo que fue una manera de celebrar lo bien que todo había resultado. Estábamos agotados después de 4 parques nacionales y 6 días sin siquiera apostar a una ducha, pero ahí estábamos, derribando pinos y pasándola como si nos conociéramos de toda la vida.
Esa tarde atravesaríamos bosques, montañas y ríos. La diversidad del paisaje del este de Utah estaba frente a nosotros. Haríamos noche en un asentamiento llamado Mexican Hat, un lugar con menos de 100 habitantes ubicado en medio del desierto, en el límite norte de la nación navajo. Cumplimos las 3 normas de acampar al aire libre (fuera de parque nacional, fuera de terreno privado y a una milla de una carretera principal) y nos instalamos a descansar. Esperaba poder conducir al día siguiente, porque sabía que de hacerlo me encontraría con algo que toda la vida soñé admirar.
A la mañana siguiente, entrábamos a la nación Navajo, un territorio propiedad de 300.000 indígenas del suroeste de los Estados Unidos y repartidos por 4 diferentes estados. Poseen autonomía propia y el área se gestiona a través de acuerdos con el Congreso del país.
Ni bien habíamos avanzado 10 minutos, el sueño comenzaba a ser una realidad. A lo lejos, algunas estructuras naturales se dejaban observar y a medida que se hacían más grande se hacían reconocibles. No estábamos en cualquier sitio, sino en un lugar icono cinematográfico y de televisión y un símbolo de la nación Navajo, el Oljato o Valle de los Monumentos.
Probablemente la más conocida de sus apariciones sea gracias a Forrest Gump, debido a que es el lugar donde detiene su marcha alrededor del país, pero para cinéfilos no sólo rememora al personaje de Tom Hanks, sino que también a los motoqueros de Easy Rider, a películas de vaqueros encabezadas por John Wayne, a Volver al Futuro 3, a Thelma & Louise, al inicio de Mision Impossible 2, a los Transformers, y así a un largo sin fin de ocasiones. Qué te puedo decir, era definitivamente un día de sol.
Así, cruzando la ruta 163 a través del Valle de los Monumentos, nos arrimábamos a Flagstaff, Arizona, para dejar a los belgas. Ellos debían continuar su caminata por el Arizona Trail, mientras que Neven y yo debíamos continuar hacia el Gran Cañón, pero esa es otra historia.