A ilha da magia. Ese es el sorprendente apodo que posee esta singular isla del sur de Brasil, en el centro del estado de Santa Catarina, conocida por su exuberante naturaleza y su infinidad de playas. Sus 58 kilómetros de extensión y los 17 kilómetros de ancho que la componen me recordaban las dimensiones de Quito, pero a diferencia de la capital ecuatoriana, acá el Océano Atlántico se robaba todas las miradas.
Gracias a Couchsurfing, como ya viene siendo habitual, seríamos hospedados en la ciudad de Sao José, del lado continental del núcleo urbano, por Luan y sus tres cachorros: Pacotinho, Perdido y Murcie. Ellos, y un buffet libre de 13 reales, fueron nuestra bienvenida oficial a Floripa.
Florianópolis cuenta con barrios a todo lo largo y ancho de su territorio, siendo el centro de la ciudad la zona principal, localizada al oeste y muy cercano al puente que conecta el continente con la isla. El norte es la zona más adinerada de la isla, con gran oferta hotelera y grandes edificios, mientras que el sur es más austero, con bastante lugar libre para hacer camping al aire libre y vivir en tranquilidad.
Para conectar todos los barrios, Floripa posee un sistema integrado de transporte sensacional, que por 3,5 Reales (poco más de un dólar) te moviliza de cualquier lugar de la isla a otro, gracias a una red de terminales que permite hacer transbordos gratuitos en algunas estaciones. Les adjunto el mapa a continuación.
Dadas estas condiciones, lógicamente decidimos partir en dirección sur y explorar las playas que en aquel lugar se encuentran. Para llegar a muchas de ellas se precisa caminar por largos senderos, por lo que sería un viaje de varios días. Mochila al hombro y ansiedad al máximo, enrutamos hacia Caieira do Barra do Sul, el punto más austral de la isla posible de llegar en bus.
A medida que nos íbamos alejando del centro y aproximando a nuestro destino, los colores mágicos de este lugar comenzaban a hacerse notar. Un mar de tonalidades turquesas azotaba fuertemente las pocas casas costeras que encontrábamos a nuestro paso, que contaban con el Atlántico como su patio exterior. Luego de descender en Caieira, comenzamos la caminata de 2,5 kilómetros a Praia dos Naufragados, la primera de nuestro tour.
Una tónica en nuestro viaje han sido los problemas climáticos. Tormentas en Uruguay, neblinas eternas en Rio Grande do Sul y lluvias en Santa Catarina estaban a la orden del día, pero esta no iba a ser la ocasión, esta vez nos habíamos preparado para días completamente soleados. Con lo que no contábamos era con que el oleaje estaba salvaje, y que estaba ocurriendo en este preciso momento un fenómeno en el mar que no ocurría hace 10 años en Floripa. Praia dos Naufragados estaba bajo el mar, y nosotros no podíamos hacer nada al respecto. La primera jornada culminaría con una caminata al faro más austral de la isla, observando las ciudades por las que veníamos rodando los últimos días.
Unir las playas del sur de Florianópolis no es tarea fácil, prueba de ello son los 10 kilómetros de extensión requeridos para llegar de Praia dos Naufragados al Balneario dos Açores, nuestra segunda meta en esta travesía. Es aquí donde los efectos del sol comienzan a ser protagonistas, junto al peso de las mochilas y los interminables ascensos. Pero cada vez que egresábamos del bosque y contemplábamos el horizonte, sentíamos que cada paso valía completamente la pena.
Al igual que la velada anterior, el mar se mostraba agresivo, pero eso no iba a detenernos de besar el agua por primera vez en la isla. Acampamos en las dunas, con el sonido de las olas rompiendo en nuestros oídos y con nuestras miradas admirando las estrellas decorar el infinito. Si algo había que destacar de este fenómeno era que había alejado a la gente de la costa (muchas arreglando los daños que había dejado), por lo que Wlady y yo eramos dueños del lugar por una solitaria y única noche.
La mañana siguiente sería especial: el océano volvía a la normalidad justo cuando visitaríamos la playa que más ansias tenía de conocer. Dejábamos el sur para dirigirnos al este, a un lugar conocido por no tener morador alguno, sólo los turistas que iban por el día, pero que regresaban al oscurecer. Cuando les hablo de que el sur de Florianópolis es menos caótico y más tranquilo que el norte de la isla, es por lugares como este. Sólo 45 minutos bastaron para cruzar el barrio de Pantano do Sul y hacer el sendero de 2,5 kilómetros a la playa Lagoinha do Leste.
Detrás de la playa, un laberinto hecho bosque entrega innumerables lugares para acampar, y si te adentras lo suficiente podrás encontrar dos lagunas perfectamente escondidas para el nivel del suelo. Además, Lagoinha do Leste es muy visitada debido a una ruta de senderismo que te lleva a todo lo alto de un mirador y que permite admirar la playa, el bosque y las lagunas en toda su dimensión. Es un trekking bastante pesado, pero creo que las imágenes hablan por si solas.
Todo el perímetro sur de la isla había sido cubierto en tres días. Ahora sólo quedaba dirigirnos hacia el norte, en lo que sería un durísimo camino por recorrer, porque, pese a no ser el tramo más extenso, si fue el más difícil, dado el agotamiento y la fatiga acumulada de las jornadas anteriores. Desde las alturas era posible distinguir la playa de Matadeiro, el barrio de Armação, la playa de Campeche y en frente, la isla del mismo nombre. El clima de Florianópolis comenzó a cerrarse justo a tiempo para volver a casa con nuestra primera misión cumplida y habiendo recorrido varias de las más de 40 playas que este lugar tiene para ofrecer. Pero volveríamos..
La segunda visita en tierras insulares fue unos días después, tras una fuerte lluvia que azotó la zona. Esta vez comenzaríamos incursionando en Barra da Lagoa, un pequeño barrio de estrechas calles, considerado el mayor núcleo pesquero de todo el estado de Santa Catarina. A su costado encontramos la Playa de Mozambique, la más extensa de toda la isla. Sus cerca de 8 kilómetros de longitud mezclan a turistas, surfistas, locatarios, moradores, mochileros, pescadores, deportistas; todos tienen un espacio en este lugar.
Pero no todo en estas latitudes es mar. Floripa también cuenta con dos lagos dentro de sus tierras. Uno de ellos queda al sur de Barra da Lagoa y es la Lagoa do Conceiçao, un enorme lago de agua salada ubicado en el centro geográfico de la isla. En él se realizan algunos deportes como kayak, vela, stand-up paddle, windsurf e incluso sandboard en dunas, pero también es conocido por ser el punto neurálgico de la bohemia, al contar con numerosos bares y restaurantes en su perímetro.
La otra laguna queda más al sur, entre Armaçao y Campeche, llamada Lagoa do Peri, un lugar completamente diferente. Este tranquilo y pequeño lago de agua dulce es el lugar ideal para venir con la familia a pasar una tarde de paz y tranquilidad junto a sus serenas aguas, que también ofrecen senderos por todo su alrededor e infraestructura para hacer picnic y alquilar equipos deportivos.
Este segundo viaje por todo lo largo y ancho de Florianópolis culminaría en la famosa y archiconocida playa de Campeche, uno de los lugares más frecuentados por surfistas y kitesurfistas en la isla. Muchas historias rodean a esta isla, por ejemplo que dentro de las historias que envuelven a esta playa, se dice que el escritor de «El Principito», Antoine de Saint-Exupery, moraba por estas latitudes a principios de 1920.
La razón por la cual dejaríamos este balneario para el final fue porque en frente se encuentra un paraíso llamado Ilha do Campeche, una playa que, según muchos expertos, está dentro de las 5 mejores de todo Brasil. Acampamos en Campeche para visitarla la mañana siguiente, en lo que fue el gran lujo que nos dimos en toda nuestra estadía en Floripa. Pueden leer nuestra visita en ESTE LINK.
Como dicen en Chile, no hay segunda sin tercera. Esta vez, en soledad, me tocó realizar una última excursión en tierras insulares, visitando el centro de la ciudad y el macizo Morro da Cruz, un cerro de 800 metros de altura próximo al núcleo urbano, que entrega una vista panorámica final de Florianópolis. Acredito que es lo más caótico que he vivido en Brasil, pero también disfruté mucho su pluriculturidad, pudiendo escuchar diferentes tonalidades del español e inglés de forma consecutiva.
Siento que despedirme de Floripa desde las alturas y en la mayor de las soledades fue la mejor decisión. A pesar de que no lo precisa este texto, quedamos en la zona por casi 20 días, entre lluvias, días en casa y los acá descritos. Una ciudad que se ganó nuestro cariño por su capacidad para entretenernos y dejarnos al borde del cansancio. Hoy recomiendo a cualquier lector(a) a sumergirse en la magia de esta ciudad, y así como muchos, es muy probable que en un futuro cercano quieran vivir la aventura isleña como lo hacen cientos de extranjeros cada año. Se me perdía la mirada en el horizonte, ese que desde mañana nos depararía nuevas historias.