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Lençois y el asalto menos pensado

Todo el mundo lo presentía, menos yo. Todo el mundo lo comprendía, menos yo. Es la realidad de un país que siempre me atreví a enfrentar. Pero quién se  iba a imaginar que, después de cuatro meses y medio dándole la vuelta al gigante sudamericano y, después de cruzar San Paulo de punta a punta y de permanecer dos semanas en Rio de Janeiro, me iba a tocar mi primer (y espero último) atraco en medio de la Chapada Diamantina. EN MEDIO DEL MALDITO PARQUE NACIONAL. Lo rememoro acá y lo sigo encontrando surrealista.

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Vamos por parte. Bahía venía siendo un estado enormemente acogedor (hasta hoy lo sigue siendo) y me encontraba en uno de los lugares que siempre soñé conocer. Cuantas veces me vi bajo las cascadas o venerando los innumerables miradores panorámicos de la Chapada Diamantina. Imaginé durante mucho tiempo estar aquí. El Vale do Capao había sido un primer tiempo sensacional, con su sorprendente comunidad artística y orgánica, y ahora correspondía la ciudad de Lençois, el campamento base del turismo en la región.

Tres vehículos a dedo me dejaron en destino, lugar donde sería hospedado por Thomas, de Couchsurfing, dueño del hostel «Albergue de Lençois Backpackers«, quién además de su negocio, da cama a mochileros en su casa por medio de la aplicación. En ella, y como hace mucho tiempo no lo hacía, correspondí con otros dos viajeros: Ezra, mexicano que recorría el mundo en su bicicleta, y Pol, catalan que estaba a sólo unos días de volver a su vieja y querida Barcelona después de vivir en Rio de Janeiro. Grupo heterogéneo pa caramba, como dirían por acá.

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En mis días en Lençois, el clíma nunca acompañó, pero eso nunca fue impedimento para salir a recorrer los alrededores. Tanto así que una caminata sólo a tomar fotos por la colonial ciudad (muy del estilo de Minas Gerais, pero con el colorido típico de Bahía), se convirtió en un trekking de 5 horas por cascadas, bordeando el río Lençois. En medio del mato y las enormes rocas encontré a cinco viajeros algo perdidos, y gracias a mi GPS, fuimos juntos hasta el final del sendero, admirando la Cachoeira Primavera y la Cachoeirinha en el camino.

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Y así llegó el día en que todo se fue al carajo. Junto a Pol y Ezra nos alistamos a hacer el que para mi sería el último trekking de la ciudad, visitar Ribeirao do Meio y la Cachoeira do Sossego, en lo que serían unos 6 kilómetros de andar. Al entrar al mato, recuerdo que hablábamos de palabras raras del idioma español chileno como ‘cuatico’, ‘brígido’ o flayte que tuve que explicar. En fin, todo era risas y buena onda.

Al salir de la floresta y entrar a la zona de rocas, Pol y yo nos adelantamos, mientras que Erza se retrasó para retratar una panorámica del valle. Al notar su ausencia y voltearnos para procurar por él, lo vimos siendo encañonado por un revólver de un desconocido de rostro cubierto. Quedamos congelados. Le arrebató su cámara y se dirigió hacia nosotros, apuntando su arma directamente a mi. Nunca en mi vida había sido blanco de un arma de fuego real y, la verdad, nunca creí que lo iba a ser. Arrebató mi teléfono y el de Pol, y busco dentro de mi mochila para también llevar mi cámara, momento en que accidentalmente disparó su arma, a 30 centímetros de mi pierna izquierda. Al verse nervioso, volvió a apuntarnos y se esfumó por donde vino. Todo en menos de 2 minutos.

Ahí quedamos, mirándonos unos a los otros. ¿Es cierto lo que acababa de acontecer? ¿Habíamos sido asaltados en medio de la Chapada Diamantina? ¿De verdad se le escapó un tiro mientras nos robaba? Creo fielmente que no podíamos estar en el lugar menos correcto en el momento menos indicado. Y yo que tenía miedo de llegar a Salvador de Bahía (mi próxima ciudad) por la delincuencia, soy robado en medio de la naturaleza de un parque nacional. Surreal al cuadrado.

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No íbamos a perseguirlo ni menos llegar al final del sendero, así que, para no perder el paseo, visitamos Ribeirao do Meio, la primera parada de la caminata, y ahí quedamos sentados para entender que diablos había pasado. La verdad no pensé que iba a mantenerme tan tranquilo durante el hecho. Recién al descender al río mis piernas comenzaron a temblar y lo harían el resto de la tarde.

Ya fue. A cambiar el chip mental y disfrutar el lugar, que para eso habíamos venido. En Ribeirao conocimos a Andrew y Francesco, dos italianos que tomaron las únicas fotos nuestras de ese día. Por suerte estábamos en un lugar mágico que permitía olvidar un poco lo sucedido. Ribeirao do Meio es una cascada en diagonal que va a ras del paisaje y forma una resbaladilla natural que permite a los visitantes lanzarse desde arriba sin dañar su cuerpo y caer en un enorme y profundo pozo. Aquí se nos fue gran parte de la tarde.

Volviendo a Lençois visitamos policía civil, en lo que fue un caso perdido y un interrogatorio de mierda por un papel que seguramente será archivado. Mucho más fructífero fue hablar en la asociación de guias turísticos de la ciudad, quiénes obviamente también se ven afectados por situaciones de este tipo. Ellos ya tenían un sospechoso de un asalto anterior y al juntar nuestra descripción con la de vigías a lo largo del sendero, confirmaron que ese sospechoso es la persona que nos encañonó.

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Al otro día Pol partió hacia España, Ezra mudó a otro Couchsurfing de la ciudad y yo decidí que mis días en Lençois también estaban terminados. No tenía mapas, comunicación ni cámara. El sueño de completar la aventura en la Chapada Diamantina y sobretodo, visitar el alucinante mirador de Pai Inacio (mi sueño pendiente) quedaría para otra oportunidad. Tristemente me dirigí a la Rodoviaria y saqué mi pasaje hacia Salvador. No pagaba un pasaje para un viaje así de largo en 5 meses.

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Hoy, desde la capital de Bahía, recibo noticias de que Policia Militar está a la caza del joven, el cual desapareció misteriosamente. Esperanza de recuperar mis cosas no tengo, pero si gustaría que lo capturen para dar seguridad a una zona que nunca se ha caracterizado por ser violenta o peligrosa. Es uno de los parques más colosales que visité en mi vida y no merece que sus visitantes pasen por cosas así.

Toca levantarse y continuar, porque Brasil es un país maravilloso con gente aún más maravillosa. A renacer desde las cenizas y planificar lo que se viene, que de seguro traerá muchas sorpresas. Y no tengo dudas que en el futuro volveré a Lençois, a la Chapada Diamantina, para saldar las cuentas pendientes que esta agridulce visita ocasionó. Hasta más temprano que tarde.

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