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Un adiós tuanis: El cañón de Somoto

Tuanis. Tuanis es un término utilizado normalmente en Costa Rica y acá en Nicaragua. Cuando algo es muy bueno se dice que es tuanis, de hecho escuché que su significado viene de las palabras «too nice» en inglés que significa aquello y sólo se fue españolizando con el tiempo. Es como el chévere en Venezuela o el copado en Argentina. Nicaragua me ha ofrecido muchos momentos, personas y lugares tuanis y buscaba una despedida del mismo calibre. Así fue como un viaje de 230 kilómetros a dedo me llevo desde León hasta Somoto, en la frontera norte con Honduras, para visitar uno de los atractivos más imponentes del país.

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El Cañón de Somoto es un accidente geográfico que comienza casi en la frontera de Honduras y Nicaragua, entre la localidad de Somoto y el Espino. Es un área protegida que además abarca los cauces de los ríos Comalí de origen hondureño y el río Tapacalí de origen nica. El tour para visitarlo (obligatorio) comienza desde los 10 USD y se consigue entre los mismos lugareños en las pocas viviendas alrededor del cañón. ¿Por qué obligatorio? Porque en numerosas ocasiones se debe nadar por extensos minutos y es preciso un chaleco salvavidas para evitar el cansancio y un posible ahogo. Dependiendo el valor pagado el paseo considera una caminata sobre los ríos, nadar a través del cañón y las panorámicas abiertas desde los diferentes miradores sobre el lugar.

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En mi caso el monto pagado fue de 20 USD, que además del viaje incluyó una noche de hospedaje en camping y un almuerzo. El tour comenzó a las 6 AM en donde mi guía, Miguel, y yo nos trasladamos en moto unos 2 kilómetros al este para comenzar el sendero desde la ribera del río Tapacalí. Su caudal bajo denunciaba la época en que nos encontrábamos, baja en el nivel de lluvia caída. En un principio la gran cantidad de rocas permitía el caminar por el costado del río, mientras el guía explicaba que pronto comenzarían a caer los tan deseados chubascos que pueden hacer que el nivel del río suba importantes metros.

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Tras unos 15 minutos Miguel se detuvo y me hizo abrocharme bien el calzado que ellos mismos me proporcionaron, uno resistente y firme para caminar sobre las rocas acuáticas, también guardó todas las cosas de valor en su mochila resistente al agua. Imaginé que por la evidente sombra y lo temprano del viaje el agua estaría congelada, pero para mi sorpresa era bastante agradable. Él avanzaba nadando rápidamente y yo seguía la referencia de aquella mochila naranja a una velocidad evidentemente menor, sin considerar las constantes paradas para fotografiar todos los detalles a mi alrededor. Esta primera etapa se cierra al arribar a la zona de «las cuevas», un par de enormes agujeros donde es posible acampar durante la temporada seca.

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El tiempo pasa volando cuando te diviertes. Sobre la primera hora ya de paseo llegamos a la confluencia del río Tapacalí con el Comalí que viene desde tierras hondureñas. Ambos se fusionan y forman el río Coco, el más largo de Centroamérica y que por cientos de kilómetros más adelante delimitará la frontera entre ambos países hasta desembocar en el Mar Caribe. Durante los primeros metros del Río Coco es donde vendrán algunos de los puntos más asombrosos del cañón, con paredes que pueden llegar hasta los 150 metros de altura, cosa que lamentablemente la cámara no puede demostrar en su totalidad, sólo hay que vivirlo.

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El cañón de Somoto era desconocido como atractivo turístico hasta que en el año 2004 unos geólogos checos lo conocieron y evidenciaron su enorme potencial turístico. En las comunidades de la zona el lugar era conocido como Namancambre. La época de lluvias genera caudales torrenciales gigantes que generan la caída de rocas desde las alturas, lo cual hace que el ancho del cañón pueda llegar hasta los 15 metros.

Nosotros nos manteníamos nadando por el caudal, comenzando a hacer sentir el cansancio sobre mi cuerpo y donde agradecí el uso del chaleco salvavidas para dejar los brazos descansar periódicamente. El agua se sentía tan calma y el silencio englobaba todo a nuestro alrededor que era como si fuésemos los únicos habitantes del mundo. Tras unas 3 horas y un largo descanso posterior, Miguel me explicó que habíamos llegado a otro de los puntos claves del paseo, la de los saltos. Dos, cinco, diez y veinte metros son las opciones para los valientes que lo intenten realizar, para caer de lleno en medio del profundo cañón.

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Cuando el frío debido al extenso tiempo nadando y también el cansancio comenzaban a apoderarse de mi, el tour ya dejaba de ser divertido. Alcanzamos a la etapa final del trayecto donde el río Coco se abre de forma colosal frente a nosotros, lugar en que se precisa de un bote a remos para culminar nuestro camino. Los últimos 10 minutos serían admirando el cañón a nuestras espaldas mientras la embarcación, que a esta altura me parecía mejor que limusina, lentamente se acercaba al punto final de nuestras horas sobre el río. En este punto divisé a los únicos otros turistas de esta fría mañana y unos lugareños jugando fútbol en el único trozo de arena que había visto desde que cruzamos las cuevas antes mencionadas. Comenzamos nuestro ascenso de vuelta al punto de inicio, no sin antes admirar desde lo alto todo el río y parte del cañón, en particular la sección que habíamos navegado en el bote. Una experiencia que, a pesar del precio, vale cada segundo, pero vengan por su cuenta ya que desde las ciudades pueden cobrarles más de 100 dólares por algo que podría costarle 10 veces menos.

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La belleza del cañón de Somoto no será olvidado por mis ojos y resultó ser definitivamente el adiós perfecto a mis días en Nicaragua. Desde acá restaban unos 60 kilómetros para llegar a la frontera, no sin antes vivir una última experiencia digna de lo mucho que disfruté este país. Resulta que al hacer dedo hacia Honduras y pensando en que tendría que acampar en la frontera recibí un aventón de unos chicos que me invitaron a su finca de café y me permitieron quedarme por la tarde y dormir en una confortable cama. La finca se llama «el arbol» y produce café de alta calidad que es exportado en su mayoría a Asia y Oceanía. Fue una buena ocasión para debutar en el mundo de este exuberante grano y las diferentes etapas de su producción.

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Esperando de todo corazón que las cosas en Nicaragua mejoren, que las muertes se detengan porque no hay peor escenario que seguir viendo como los nicas se baten a muerte entre ellos y que como sociedad alcancen finalmente la paz, dejo este país que tanto me dio. Desde Rivas y la isla de Ometepe en el sur hasta este viaje al impensado cañón de Somoto fue un deleite recorrer sus tierras y que a pesar del conflicto nunca me hizo sentirme vulnerable ni en peligro. Gracias Nicaragua, pueblo luchador, que orgullo y que tuanis debe ser nacer nica!

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