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Taxco y las Grutas de Cacahuamilpa

Pasaron 5 meses desde que dejé la república mexicana para volver en gloria y majestad al país de los tacos y las enchiladas. Esta vez sería una estadía breve en la capital y algunos días bordeando la frontera con los Estados Unidos. Me encuentro en camino a Australia y el amor por la aventura me ha puesto en camino una serie de paradas que, si consideramos precios de pasajes, no cambia drásticamente el bolsillo.  En vez de hacer Chile – Australia directo, he decidido pasar algo de tiempo en Lima, México y Hawaii antes de caer por tiempo indefinido en la tierra de los canguros.

Volver a la Ciudad de México significa volver a casa de Laura, mi querida amiga que hizo de su casa mi hogar el primer mes que pasé en la capital, y también me reencontró con el resto de la familia: Emilio, Antonella y Judith. Mientras la primera vez que estuve acá fue anecdóticamente para realizarme exámenes médicos para postular a la visa de Australia (hoy ya otorgada) y para recorrer todos los alrededores, desde el Zócalo hasta Teotihuacán, esta segunda visita sería para una de las actividades que más amamos los viajeros de largo trecho, y esa es reencontrarnos con amistades del camino. Sólo eso. Pero como aprendería en múltiples ocasiones, México y su gente no son para cerrarse en un plan preestablecido, y así fue como a los pocos días ya contaba con nuevos planes, visitar innumerables veces la Feria de las culturas amigas en el parque de Chapultepec y pasar un fin de semana con Laura en el pueblo mágico de Taxco, en el estado de Guerrero.

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Nunca había oído escuchar de este lugar, pero si Laura lo recomendaba era porque valía la pena darle una oportunidad, así que sin pensarlo mucho el primer sábado libre que tuvimos estábamos en camino a un nuevo destino en este largo camino. Para llegar a Taxco desde CDMX pueden transitar a través del estado de Morelos o bien como nosotros, por Toluca e Ixtapan de la Sal, en el Estado de México. Alrededor de 3 horas de viaje que nos encuentran con un mirador previo a la ciudad y vistas alucinantes de lo que estaba por venir. Taxco era de verdad.

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Si me preguntan, a lo lejos parecía una fiel fotocopia de Ouro Preto en la sierra brasileña de Minas Gerais, y eso es mucho decir. Como pocas veces en este viaje, inicié mi periplo taxqueño buscando un hotel donde dormir, y sin demasiado éxito porque estaba todo lotadísimo, de a poco percibía lo turístico de este lugar. Mientras avanzábamos se abría ante nosotros una ciudad enclavada sobre las montañas a 1700 msnm y en cada calle se divisaban esas populares construcciones rojiblancas de tejado anaranjado tan características del periodo colonial. En tanto, desde todas direcciones aparecían escalinatas que nos aproximaban al punto mirador por excelencia de la ciudad, el Cristo Taxqueño, una estatua de 5 metros de altura (más otros 5 de base) que adorna los cielos del pueblo mágico en cuestión y ubicado en la cima del Cerro de Atachi.

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Taxco es hoy conocida por dos elementos fundamentales: el trabajo en plata y las festividades religiosas. Laura se encontraba en busca de un lindo recuerdo en plata para su hogar y qué mejor que este pueblo mágico para satisfacer su necesidad de este trabajo en una calidad mundialmente reconocida y precios inigualables. La explotación de este mineral consolidó a Taxco como uno de los núcleos mineros más significativos de los tiempos novohispanos, siendo el segundo centro minero más antiguo del continente.

En términos de arquitectura y festividades religiosas, Taxco cuenta con un centro histórico que data de la época dorada y que está construido bajo un estilo virreinal. Hacia donde voltees la mirada, una iglesia, parroquia o templo colonial vas a encontrar, siendo el Templo de Santa Prisca en la plaza central la más importante de todas (también durante años fue el edificio más alto de México con casi 100 metros de altura). En semana santa, por ejemplo, se realizan rituales sanguinarios en que vemos procesiones místicas que recorren la ciudad autoflagelándose durante el recorrido.

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Una cosa que me impactó en demasía de Taxco es la cantidad de vochos (Volkswagen Escarabajos) juntos en un mismo lugar, se ve que la potencia alemana es ideal para rodar por las muchas pendientes del camino. Una última caminata hacia lo alto de la ciudad (no alcanzamos a llegar al Cristo) nos sirvió para vivir un poco la cotideanidad de quienes deben subir y bajar a diario las empinadas calles para aprovechar esa masa turística que aborda a la ciudad cada fin de semana. Un mole verde de almuerzo para volver a encantarme con los sabores mexicanos, un trago del Berta, la bebida tradicional de Taxco (miel de abeja, limón, tequila blanco, agua mineral y hielo) mientras observábamos la final de la Champions League para volver por un segundo al mundo real, porque esta ciudad te transporta a otra época, un viaje en el tiempo del que Laura nunca me habló anteriormente.

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Pero las sorpresas estaban lejos de detenerse. Les pregunto: ¿Han estado en un lugar en el que aunque saquen mil fotos no quedan ni cercano a la sensación de estar ahí mismo? La verdad es que tengo algunos, pero creo que nunca lo había vivido como lo hice en las Grutas de Cacahuamilpa, en el límite de los estados de Guerrero y Morelos. Era una parada obligatoria en el retorno a CDMX, y diablos, cuanto valió la pena. Declarado como Parque Nacional en 1936 por Lázaro Cárdenas, no dista mucho de Taxco y tiene un costo de 90 pesos mexicanos (menos de 5 USD) para ingresar. Los silencios de Laura para no contar detalles del viaje que estábamos realizando eran perfectos, porque cada experiencia era simplemente mejor que el anterior.

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Las grutas de Cacahuamilpa son un sistema de cavernas subterráneas que se encuentran en el terreno que desde la superficie sólo divisa determinados cerros. Eso explica las alturas que es posible admirar en su interior. El terreno total del parque son 1600 hectáreas, aunque en su interior el recorrido es de unos 2 kilómetros, siendo guiados por profesionales que trabajan en el lugar. Las estalagmitas adornan todo a nuestro alrededor, jugando un juego maestro con la iluminación del lugar, mientras a 100 metros bajo nuestros pies circula el Río San Jerónimo, especial para hacer un poco de navegación. Qué les puedo decir, tal cual les advertí las fotos no hacen justicia de lo que fue esta visita que dura aproximadamente una hora, concluyendo en lo profundo de la caverna. Tras esto los guías dan vía libre a los turistas para estar el tiempo que estimen conveniente, momento ideal para esperar que todos se marchen, jugar con las luces de los celulares y escuchar ese sonido gutural del silencio mismo de la caverna y el goteo de las paredes que finalmente se traducirán en la formación de más estalagmitas. Sencillamente alucinante.

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Un viaje de mil millas comienza con un sólo paso, y un viaje de años comienza con disfrutar de un par de días de paz y regocijo en lugares que no habría podido visitar sin el apoyo y la compañía de mi partner de este viaje, mi querida amiga Laura. Lo que serían 3 semanas en la capital mexicana para visitar amistades está siendo mucho mejor de lo esperado, y aún queda una última aventura antes de partir a la frontera con Estados Unidos.. Pachuca, allá vamos!

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