Fueron largos 3 años recorriendo todos los confines de mi continente, Sudamerica. De cordillera a mar, de Atlántico a Pacífico, de la Patagonia a las Guyanas. Fueron 13 países en los que dejé todo por el todo y que me dieron más de lo que podría devolverles. Aunque aún existe una deuda con Bolivia y Colombia para visitarlos extensamente, está vez pegaría el salto desde Venezuela para comenzar una nueva etapa en este viaje, Panamá y el inicio de Centroamérica.
La bitácora dice que embarqué un 16 de Febrero de 2018 al aeropuerto de Tocumen en Ciudad de Panamá. Fueron 90 minutos de tensión y algo de nerviosismo, tanto asi que mi estómago parecía estar en como actividad durante todo el vuelo. A las 6 AM aterricé con una hora menos (dos menos que Chile), pero con una página en blanco esperando ser llenada de historias. ¿Me creerían si les dijera que en 7 horas estaría en una sala de espera de un hospital? Aquí comienza todo:
Salir de Tocumen no es complicado. Las opciones son desde pagar un taxi por 20-25 USD o sacar la tarjeta de transporte y salir al paradero más cercano a tomar un bus por 0,75 USD que te lleve en dirección al centro de la ciudad. Incluso si no tienes la tarjeta solo le pides a alguien del bus que te pague el pasaje y le das un dólar. ¿Por que hablo de dólares cuando la moneda oficial de Panamá es el Balboa? Porque hoy por hoy sólo se utiliza el Balboa en pequeñas monedas de centavos hasta llegar a la unidad y los billetes aceptados por el país son los de Estados Unidos. Por tanto, un balboa es lo mismo que un dólar americano.
Volviendo al hospital.. recordaba tanto mis días en Venezuela que parece que me traje algo más que recuerdos: una bacteria estomacal estaba alojada en mi cuerpo y a las pocas horas de arribar a la capital de Panamá me encontraba con una altísima fiebre. Así que mientras esperaba la tarde para encontrarme con Arthur, el amigo que me recibiría, visité el hospital en busca de una solución.
Resumiendo la historia (porque este texto es para hablar de Panamá y no de mis visitas al médico) fueron largos 7 días de tratamiento farmacológico, exámenes y mucha paciencia para eliminar este bicho y todo rastro de él. A Arthur y a Jairo (un colombiano que me ofreció gentilmente hospedaje por unos días) les debo mucho de aquello, gracias amigos.
Claramente durante estos días no me quedé encerrado en casa, había que salir a caminar por la ciudad. Y el primer punto para aquello fue la Cinta Costera, pedazo artificial de tierra construido hace unas décadas que hoy es una pintoresca costanera que une el área bancaria y sus altos edificios con el centro histórico y todas sus construcciones coloniales. Son largos 4 kilómetros que la gente utiliza para hacer deportes, pasear a sus mascotas o simplemente para admirar los paisajes que la capital panameña ofrece a simple vista. Me dirigí hacia el centro histórico, no sin antes parar en el club de yates y luego en el puerto pesquero, conocido por sus locales para comer pescado y ceviche a un precio módico y por sus mesas plagadas de turistas. Lástima no estar en condiciones para disfrutar de un delicioso plato en aquel lugar.
Arribando al centro histórico, también llamado Panamá Antiguo, es que comienzas a sentir esa sensación de viajar en el tiempo y transportarte a algún lugar 150 años atrás, con viejas construcciones que han debido ser reensambladas con los años a consecuencia de las constantes destrucciones que ha sufrido. Nunca verás Panama antiguo sin grúas, trabajadores, andamios o máquinas reconstruyendolo todo, a pesar que pareciese que el tiempo y el desgaste siempre les gana la pulseada.
El casco antiguo debe ser el segundo punto más turístico de la ciudad tras el Canal de Panamá, cuenta con muchos de los edificios insignes de la ciudad como el Salón Bolívar, la Catedral, el Teatro Nacional, el monumento a las Bóvedas (a los franceses que intentaron construir el Canal en primer lugar), y muchas otras iglesias y edificios de la época. También encontraremos el Museo del Canal de Panamá donde cuentan toda la historia de la feroz obra de la ingeniería. Lamentablemente durante mis días en esta ciudad un incendio acabó con uno de los edificios más reconocidos: la Casa Boyacá.
En esta zona recomiendo un hostel llamado «Hospedaje Casco Viejo» con camas en dormitorios desde 10 USD. Monumento a las tres B (bueno, bonito y barato).
El casco antiguo fue toda una bofetada en la cara, una grata sorpresa. Aunque a ratos podías ver la realidad que acontecía más allá del turismo. Entre los edificios y a través de pequeñas rendijas se logra divisar en ocasiones la gente humilde que aún vive en medio de este lugar, rodeado de todos estos blanquitos que caminan libremente a través de sus calles como si fuesen los gendarmes de su propia prisión. Son los que Panamá quiere esconder.
Otro elemento a mencionar es el famoso sombrero panameño, característico de la ciudad, pero que también cuenta con una historia interesante. ¿Sabían que este sombrero es en realidad ecuatoriano? Se hizo popularmente conocido porque durante la ocupación de Estados Unidos en Panamá desde 1901 fueron importados en cantidades industriales para el uso de sus ciudadanos. Ahí adquirió el nombre de «panameño».
Testigo de guerras, de bombardeos, de ataques de piratas y demáses, el casco antiguo de Panamá está ahí para demostrarnos que los años no pasan en vano, que a pesar de toda esa historia de balas y sangre se mantiene en pie y hoy, con vista a su área bancaria, es una de las ciudades más modernas y mejores para hacer negocios en Latinoamérica. Ese contraste entre lo viejo y lo nuevo es lo mejor que Ciudad de Panamá tiene para compartirnos. Para mi fue un cambio radical en todo sentido, desde la forma y la infraestructura para hacer turismo (venir de Venezuela afecta ese contraste) hasta el tipo de turistas que visita Centroamérica comparado con el sur. Los mochileros argentinos y colombianos pasaron a ser turistas alemanes y norteamericanos.
EL CANAL DE PANAMÁ
Construido por 11 años desde 1903 a 1914 por los Estados Unidos y administrados por ellos mismos hasta 1999, el Canal de Panamá es probablemente una de las obras ingenieriles más importantes de la historia comercial del planeta. Gracias a su realización existió una vía que evitará que los navíos rodearán todo el continente americano para transportar elementos entre Europa y Asia, por ejemplo. Desde 1999, gracias a los tratados Torrijos – Carter es que se realizó este traspaso de administración, hoy controlado completamente por Panamá. Permite ahorro de tiempo, distancia y costos de transporte durante sus 80 kilómetros aproximados de longitud. Para visitar el Cansl se debe ir a la estación de buses de Albrook (la más grande del país) y desde ahí tomar el bus en dirección Miraflores por 0,25 USD.
Una obra que une los océanos Pacífico y Atlántico en el punto más angosto del istmo y de todo el continente. Para un ingeniero como yo era muy emocionante hacer este recorrido. La entrada tiene un valor de 15 USD, pero vale completamente la pena. Al entrar recomiendo irse inmediatamente al cuarto nivel del edificio mirador y observar desde la terraza el funcionamiento de las esclusas.
Les explico: en el centro del país existe el Lago Gatun que se encuentra a 26 metros sobre el nivel del mar, por tanto en algún momento del recorrido a través del pais, los navíos deben ascender esa altura para luego volver a descenderla. Es ahí donde se construyen las esclusas de Gatun, Pedro Miguel y Miraflores (la cual visitaba en este momento). Recomiendo revisar en internet previamente los horarios del pase de los barcos para ver realmente el funcionamiento de las esclusas. Es increíble observar como en unos pocos minutos toda el agua de las esclusas desciende y hace que embarcaciones gigantes puedan continuar su trayecto, todo realizado de forma sostenible y utilizando la fuerza gravedad. En 2017 inauguraron dos nuevas esclusas que harán todo el proceso más eficiente.
Además el recinto cuenta con una sala de cine donde exhiben una película de quince minutos sobre el Canal (en inglés y español) y un museo con fotografías, simuladores y elementos de interés que también recomiendo visitar.
Panamá gracias a esta maravilla de la ingeniería conecta al mundo y dan un valor incalculable a este pequeño país centroamericano. Han sido largos 100 años y más de un millón de tránsitos de buques en este plazo que demuestran su valor permanente como eslabón clave en la cadena del comercio mundial.
Para finalizar mi visita en la capital panameña (y ya mejor de salud) me arranqué al Cerro Ancón, el mejor mirador de la ciudad y accesible a tan sólo una hora del casco antiguo. Es imposible de no captar por la bandera gigante en su cumbre. Desde allí es posible diferenciar completamente la selva de concreto que es el área bancaria y sus edificios, como también las tejas rojas y tradicionales de Panamá antiguo. Una belleza que servía como despedida a mi primer acto en esta interesante obra llamada Centroamérica.
En fin, este inicio tuvo de todo, desde salas de esperas a atardeceres alucinantes, de torres de cincuenta pisos a iglesias centenarias, del contraste entre la soledad y los malestares de salud ala plenitud corporal y las amistades que hice en los hostels. Fueron largos 11 meses sin pagar un hostal y creo que esa vida se repetirá un par de veces más a lo largo de este angosto país. Veremos qué pasa.
2 Comentarios
macatorrente
Un edificio histórico se incendio durante tu estadia ahi?? Jajaja increible!! No falto nada!
Rytoks
No es para la risa poh 🙁 jaja