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Mujeres que viajan solas #11: Ester de Catalunya

Hoy les traigo la undécima entrevista de este ciclo que comenzó en marzo de 2019 y en que creo debemos reflexionar sobre el rol que las mujeres tienen en esta sociedad, las injusticias que aún al año 2023 se siguen cometiendo en un mundo evidentemente machista y los desafíos en pro de la

igualdad de género. En el mundo de los viajes esta situación se siente a leguas de distancia, notando la imposibilidad de muchas mujeres de viajar con la misma seguridad que un varón lo puede realizar. En mi caso particular, conozco de primera fuente lo complicado que es para una chica hacer autostop (viajar a dedo) en comparación conmigo, o quedar en casas de Couchsurfing sin que el anfitrión tenga una segunda intención o simplemente poder andar sola por la carretera en busca de cumplir los mismos sueños que cualquier otra persona amante de viajar podría tener. Y eso está mal.

Desde este lado de la tribuna les digo que es posible, que he tenido la posibilidad de conocer a decenas de mochileras que en soledad se encuentran persiguiendo esa estrella y que a pesar de que, como todo viajero, han tenido una que otra situación incómoda a lo largo del trayecto, eso nunca las ha detenido en el progreso de sus metas. Hoy por hoy, a hombres y mujeres nos toca deconstruirnos, eliminar aquellos micromachismos que a través de los años hemos adquirido inconscientemente y educar en búsqueda de la igualdad. Y lamentablemente creo que quedándonos en casa no conseguimos nada de aquello.

Dado esto, es que al volver a casa después de mi último viaje decidí hacer estas pequeñas entrevistas de 7 preguntas a algunas de las mochileras y viajeras que he ido cruzando en mi camino y así poder contar sus historias, y así contribuir a motivar a muchas de las chicas que están ahí en casa dudando si salir o no algún día. Estas mujeres que el mundo llama valientes son fuente de mi inspiración y espero también lo sean para tod@s ustedes, hombres y mujeres lectoras.

Mi undécima entrevistada se llama Ester Ferruz Maja, una viajera catalana con quien cruzamos caminos varias veces a través de los años. Primero fue la isla de Chiloé en el año 2014, para luego reencontrarnos en el aeropuerto de Guayaquil en lo que sería una aventura inolvidable en las islas Galápagos. Ya de regreso en el continente, un encuentro fortuito nos hizo reconocer que antes de nuestro primer encuentro habíamos coincidido en un mismo evento (el asado en un hostal) al mismo tiempo en El Chaltén, en Argentina, sin haber cruzado siquiera una mirada. Largos 9 años tuvieron que acontecer para que este recién pasado 2023 los caminos de nuestras vidas volvieran a entrelazarse en la isla de Nueva Caledonia, en medio del Pacífico Sur, donde viajamos juntos hablando francés para luego volar a Vanuatu, nuestra última despedida.

  • Hola Ester. Nos conocimos en la isla de Chiloé, en Chile, en el final de nuestros viajes por la Patagonia hace casi exactamente 10 años. Tenías poco más de 30 años de edad, ¿Qué tuvo que pasar en tu vida para que llegases a ese lugar? Cuéntanos un poco de tu pasado que hizo que terminaras en casa de un anfitrion de Couchsurfing en un pequeño pueblito de al sur de Chile.

E: Qué me aceptaran por primera vez en CS! Fue mi primera experiencia y me fascinó de tal forma que ya no pude parar. Pero para llegar allí primero tuvieron que derrumbarse muchas cosas y sucederse otras cuántas que me ayudaron a tomar la decisión de empezar a viajar por largo tiempo. A mis treinta, había cumplido con todas las expectativas puestas en mí: estudios, trabajo y casa. El amor lo dejamos para otro día. Así que la rutina, la sensación de no estar haciendo lo que realmente quería, y la incesante curiosidad por saber que había más allá de lo que conocía, empezaron a apoderarse de mis horas. Siempre que podía aprovechaba los días festivos y vacaciones para viajar, y así lidiar con ese tedio diario, pero era tan poco tiempo que me quedaba con un regustín de no haber profundizado suficiente en el lugar que visitaba. Realicé durante dos meses un voluntariado en Argentina, que despertó en mí un hambre voraz de conocer Latinoamérica, pero las responsabilidades en casa me hicieron volver. Así que, ni corta ni perezosa, cuando con el tiempo ví y sentí que mi vida podía seguir sin mí, y que era el momento para ir a vivir sin tiempo, conocerme lejos de las miradas de los míos y experimentar el mundo y sus gentes, lo dejé todo y partí con un billete solo de ida a Montevideo. De allí, lo que empezó como un «Voy a ver qué tal», se convirtó en dos años empezando en el sur de Sudamérica, hasta llegar a Centroamérica y México. Recorrer la Carretera Austral siempre había sido un anhelo, y quedó coronadó por Chiloe. Así que los palafitos, el curanto, los enanos, y la fascinación por las islas me llevaron allí, con el fin inapelable, sin saberlo, de encontrarte a ti.

  • Bajo tu perspectiva, ¿La mujer Catalán/Española viaja? ¿Teme viajar? ¿Viaja sólo a lugares seguros? ¿Se aventura por la vida? ¿Que me puedes contar de tus diferencias o similitudes con el prototipo de mujer española en términos de su amor por los viajes?

E: ¡Si! A las mujeres españolas y catalanas les gusta moverse, conocer, descubrir que hay en este maravilloso mundo. Supongo que cada una carga con sus temores y miedos, y los esquiva, dribla, y mata como puede y sabe. Hay tanta variedad de viajes, destinos y experiencias como féminas puedas encontrar. A eso hay que añadir el estado anímico y la autoconfianza del momento, que te puede dirigir a lugares más tranquilos o a tomar aventuras más locas o más sensatas. Lo maravilloso de viajar es que es un camino muy personal, está tan relacionado con tu percepción y tu entendimiento de la vida que no hay ninguno igual, y cada uno se dibuja ante tu persona según como miras, comprendes o te cuestionas el mundo. No creo que pueda definir similitudes o diferencias por mi nacionalidad, pero si por mi condición de mujer y si que he visto algo: Ese amor por viajar nace de la idea de expandirse, de salir del encorsetamiento social, de experimentarte y exprimir todas tus posibilidades y que ningún condicionamiento de género confine todas las versiones de ti misma.

  • La pregunta del millón. Haznos un pequeño resumen de los lugares que has visitado y luego a grandes rasgos,.. ¿Cómo has hecho estos años para poder financiar aquellas aventuras?

E: Todo empezó en Andorra, y desde allí hasta donde me encuentro hoy, el Pacífico. Por el medio han pasado Europa más o menos (porque lo quiero dejar para mi vejez si llego), Oriente Medio, Jordania, Israel y Palestina, Japón, Nepal, India y Tailandia; Rusia, Oceanía: Australia, Nueva Zelanda, e islas del Pacífico; el reguero de islas del Caribe, como Cuba, Jamaica, Bonaire; y como ya dije, Sudamérica, Centroamérica y los Estados Unidos. África es la niña de mis ojos que aún no he visitado.

¿Para pagarlo? ¡AHORRAR! No recuerdo un día de mi vida, que no haya metido una monedilla en mi hucha. Lo hago desde pequeña, pero nunca imaginé que el propósito de tan ardua tarea, acabaría siendo el viajar. Empecé a trabajar desde muy chica los fines de semana o en vacaciones, con lo que, cuando tuve edad suficiente, hice mi primer viaje lejos del cobijo familiar a Amsterdam. Allí, el gusanillo se despertó, y me obsesioné en guardar todo el dinero que pudiera para viajar. Cuando tuve mi título, me dediqué a lo mío, me independicé, opté por compartir casa y no derrochar en nada que no fuera estrictamente necesario. Todo lo que pudiera heredar de cualquiera lo aprovechaba, teléfono móvil, ropa, muebles, etc. Ni a tomar café salía. El primer viaje largo fue básicamente financiado con mis ahorros. En algún momento del viaje quise aprovechar que me dedico al diseño gráfico, así que me afiance un ordenador y mientras viajaba, trabajaba para Barcelona u ofrecía mis conocimientos a cambio de alojamiento. Si quería ahorrar algo más, básicamente intercambiaba tareas en hostales o restaurantes por habitación o comida. En Oceanía, el presupuesto se está disparando mucho más, así que el house sitting y la relocación de furgonetas ayudan un poco a minimizar el gasto. Pese a ello, la base de todo es haber trabajado en España durante largos periodos. Lo que pueda hacer en el camino me ayuda a mantenerme, pero el colchón gordo sigue siendo el tiempo que realicé mi profesión y los equilibrismos que hice en mi día a día para gastar lo mínimo. No es fácil! Barcelona es muy tentadora!

  • ¿Qué crees que es lo más complicado de viajar sola siendo mujer? ¿Cómo gestionas los miedos y expectativas de aquello? ¿Has vivido alguna situación difícil digna de mencionar?

E: Supongo que lo complicado no es estar sola viajando, si no ser mujer. Los miedos nos los integran de serie, nos educan para cargar con ellos y responsabilizarnos si no les hacemos caso. Y pueden despertar tanto en el rellano de la puerta de tu casa como a 20.000 kilómetros de ella.

Reconozco que en mi primer viaje sola salí con un lirio en la mano, pensando que el mundo es maravilloso y no se me cruzó por la cabeza que hubieran peligros. Pero a medida que iba habitando los lugares y reconociendo comportamientos, me iba dando cuenta de qué era aconsejable hacer y qué no lo era. Establecí ciertas reglas a priori que sigo a día de hoy: No salir sola por las noches, no llegar de noche a las ciudades ni beber con alguien que no conociera, pero las voy modulando según me habitúo al sitio al que llego. Cuando me encuentro en una situación o persona que me genere miedo, hago el ejercicio de analizar si es un miedo fundamentado o es un miedo aprendido, porque en general si estoy ante una amenaza física, el miedo fundamentado (para mí, la intuición) me ha avisado antes. Lo llamo intuición, como sexto sentido, como instinto o como percepción, que en general uno va desarrollando cuando viajas porque aprendes a escuchar más y mejor a ti mismo y a tu alrededor. Dicho esto, la vida es mucho más compleja e impredecible y las cosas pasan. Aquí, allí, en todas partes y a todas horas. 

Hay algunas situaciones difíciles, algunas por ser mujer otras simplemente por ser una persona que viaja sola y se mete dónde no debería. En las primeras soy consciente de que no hay lugar en el mundo donde no ocurran, y que tienen más incidencia al viajar porque estás mucho más expuesta a la vida. No es el hecho de viajar en sí, si no de mostrarte al mundo y eso lo puedes hacer todas las noches en la plaza de tu pueblo o bajo un cocotero de una playa en el Índico. En concreto, hablo de Couchsurfers con manos largas, taxistas de lengua desinhibida, o desconocidos con quienes has compartido conversaciones interesantes y de repente deciden tomarse ciertas licencias abusivas. Para zafarme de cualquier situación violenta siempre lo he hecho con humor. No empañan mi viaje, pero dejan un poso de rabia e injusticia. Quiero pensar que dejar de normalizar ciertos comportamientos, nombrarlos y compartirlos, puede servir, no para crear temor, si no para hacer reflexionar a los hombres sobre la posición de control y abuso que ocupan. Y quizás así, algo cambie.

  • En todos estos años.. ¿En qué lugar has sido más feliz? (puede ser también tu hogar). ¿Has considerado quedarte a vivir (o hacerlo en el futuro) en alguno de los destinos que has visitado?

E: No he encontrado aún un lugar que me hiciera considerar la posibilidad de quedarme. En general no son los sitios que visito lo que me hace feliz, si no el zambullirme en las vidas de las personas que conozco, en esa oportunidad que te regalas de pasear por los recodos del mundo sin apresurarte, asalvajar el tiempo domesticado por el día a día. Me embriaga ese estado de soltarse y sólo pensar con los pies, caminar mil vidas al mismo tiempo, rompiendo estereotipos, a la vez que el azar va hilando el trayecto sin que apenas te des cuenta.

Pero sí me atrevo a decir que no ha habido una época más feliz hasta día de hoy, que el año que viajé por Sudamérica. El estado de gracia en el que me metió ese continente es inigualable a cualquier otra experiencia. El cóctel perfecto de paisajes, culturas, personas, vivencias, sentimientos, lecciones, convierten a ese trozo vibrante de tierra en la quinta esencia de mi felicidad.

  • ¿Cómo gestionas el amor en tiempos de viaje? ¿Te has enamorado? ¿Has cambiado planes en función de relaciones fortuitas o duraderas? ¿Tienes algún arrepentimiento al respecto?

E: El drama.. no me he enamorado, pero sí que han aparecido algunas historias que sentí que debía encajar en mi viaje. Me costó mucho partir de mi casa. El viaje es y sigue siendo un sueño tan grande que renunciar a ello y a mi misma por el amor “romántico” lo siento como una autotraición, más cuando en el viaje el amor se te presenta en mil formas inesperadas, sorprendentes y que también te marcan a fuego. Así que en esto soy muy pragmática; si conecto con alguien y no representa un viraje muy grande en mis planes, puedo atrasar mi siguiente destino o alargar estadías que no estaban previstas, o tal vez alguna visita esporádica de más, sino ¡Bon vent i bona barca! En cualquier caso no me arrepiento, cualquier final o fracaso lleva consigo un paso hacia algo aún por conocer.

  • ¿Qué ha cambiado entre la Ester que se fue montón de años atrás de Catalunya y la Ester que contesta esta entrevista hoy y, finalmente, ¿Qué consejo le darías a esa chica que gusta de viajar y que amaría aventurarse como tú, pero no se atreve por miedo a lo que pueda acontecer?

E: No sabría por dónde empezar, porque un viaje te deconstruye y reconstruye de nuevo tantas veces que ya no sé quien empezó hace 11 años y quien soy ahora; si todo ya estaba ahí y quizás el viaje sólo lo despertó. Supongo que las distintas peripecias, bizarras algunas, surrealistas otras, serendipícas siempre, me han ayudado a ser más paciente, más resiliente a los imprevistos, menos materialista, habitar más del presente, saber distinguir entre ser aventurera y temeraria, y a tomar mucha conciencia del privilegio de mi origen, pero por encima de todo, que cuando creías saber algo, de repente una curva insospechada te muestra que hay que seguir aprendiendo. Y eso me pareció fascinante desde el principio. 

Si que asevero que el mundo es mucho más amable, más bondadoso, más amoroso, más humano de lo que uno cree. Cuando cierras la puerta de tu casa y te vas, abres la puerta a comprender, a empatizar, a conectar, a unas cuántas duchas de humildad, a descubrir otras perspectivas y otras versiones de la vida y de este planeta, que es la casa que todos compartimos y cuyas habitaciones deberíamos visitar para reconocernos más el uno en el otro.  Así que si tienes ganas, encuentra y descubre tu manera de explorar este inconmesurable cuerpo celeste que habitamos.

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