En mis juveniles (?) 25 años he tenido la oportunidad de recorrer innumerables lugares debido a varias razones. Gracias al fútbol recorrí mi país casi en su totalidad, los recitales me hicieron cruzar las fronteras y conocer gente que hasta el día de hoy son parte importante de mi vida, o a veces sólo viajaba para desconectarme del mundo, para salir de la rutina o simplemente por viajar. Había visitado muchas ciudades, había subido montañas, había navegado mares y ríos, había caminado en glaciares, había recorrido parques nacionales de principio a fin. También había visitado seis países de este continente americano y compartido con su gente y su cultura. Eso si, todas estas aventuras tenían un elemento en común: habían ocurrido hemisferio sur del planeta. Y eso, desde ahora, iba a cambiar.
Para llegar a la Mitad del Mundo hay que cruzar primero la enorme ciudad de Quito, de la cual escribiré en unos cuantos días más (aún estoy descubriéndola de punta a punta). Sólo diré que en Blue Hostel (en el barrio de Mariscal) conocí a Inbar y Sapir, dos israelitas muy aperradas que me acompañaron en gran mayoría de mis días acá. Con ellas, tomamos bus desde el hostel hasta el terminal de buses Ofelia (metrobus llega hasta ahí por 25 centavos de dólar) para luego tomar desde ahí otro bus en dirección a San Antonio de Pichincha, a unos 17 kilómetros del terminal.
Al descender del bus, lo primero que observas es la parte superior del monumento a la mitad del mundo que sobresale del enorme complejo turístico, un gran globo de piedra que asemeja la forma del planeta tierra. Pagamos la entrada de 3 dólares e ingresamos directamente al lugar dónde se encuentra la gran torre aprovechando que no había tanta gente.
Este monumento, que apunta hacia los cuatro puntos cardinales y que posee un museo de 9 pisos en su interior, fue construido en 1982 y tiene la particularidad que desde su base comienza una linea en dirección al Este que pretendía simular la ubicación precisa de la linea del Ecuador, pero la aparición del GPS en el siglo XX hizo de esta demarcación una medida errónea. El verdadero centro de la tierra se encuentra realmente unos 240 metros al norte.
Independiente de eso, la ciudad Mitad del Mundo cuenta con una oferta interesante de museos (algunos gratis), un planetario y una plaza central llena de bares y restaurantes, entre otras cosas. Uno de los museos más interesantes es el francés, dónde se cuenta la historia geodésica del planeta, con los descubrimientos y expediciones realizadas por los físicos y astrónomos al Ecuador para medir el tamaño total de la Tierra y comprobar si las teorías de Isaac Newton sobre la forma del globo eran correctas.
Lo último que realicé en el complejo fue el experimento de parar el huevo en la cabeza de un clavo. Para ser honesto esto se puede realizar en cualquier lugar del mundo, pero asumo que el lugar hizo del logro algo más significante 😛
Al salir del complejo era momento de dirigirnos a la verdadera mitad del mundo, en el Museo Solar Intiñan. Su entrada es de 4 dólares y con ello tienes derecho a una visita guiada por todo el lugar. Cómo las chicas israelís no hablaban mucho español, tomamos el tour en inglés y comenzamos a recorrer este acogedor y muy interactivo lugar. Además de trabajar el concepto del fin del mundo, te enseñan sobre la tribu indígena de los shuar, quiénes solían habitar esta zona equinoccial en la antigüedad. Una de las demostraciones más importantes de esta civilización (y que no había tenido la oportunidad de ver) era la realización de cabezas reducidas, en qué los nativos momificaban y conservaban las cabezas de sus enemigos como trofeo de batalla.
Volviendo a la mitad del mundo, la visita te permite realizar numerosos experimentos para entender el concepto y sentir el poder de la gravedad sobre el Ecuador. Entre ellos uno de fuerza que es muy llamativo, el del huevo en el clavo (que si lo paras ganas un diploma) y el más espectacular de todos, el del agua girando en sentidos contrarios al correr pocos metros en dirección norte (chincha suyo) o sur (colla suyo) de la linea equinoccial. Adjunto un video que grabé de esta última prueba.
Para terminar, la foto de rigor en la verdadera mitad del mundo y la satisfacción de estar ya de este otro lado del globo. Volveré, lo sé, pero por ahora veré mi hogar desde este nuevo otoño y pasando a ser parte del 90% de la población que vive en este hemisferio. Cómo decía García Márquez: «Viajar es marcharse de casa, es vestirse de loco diciendo todo y nada con una postal. Es dormir en otra cama, sentir que el tiempo es corto, viajar es regresar».