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Ushuaia y la Tierra del Fuego

Después de una sensacional primera parte de viaje en Isla Navarino vendría una experiencia aún mejor gracias a Jordan Mowbray, hijo de Tony Mowbray, aventurero australiano experto en recorrer las aguas congeladas del sur del mundo, quienes accedieron a «levantarme» desde Puerto Williams a Ushuaia.

Tony Mowbray (www.tonymowbray.com.au) en los últimos 12 años ha montado una expedición Antártica, transportando pasajeros al lugar mas ventoso de la tierra al nivel del mar, enseñándoles en alta mar la responsabilidad dentro de un equipo, el estar preparado ante todo, el resolver desafíos y que el compromiso adquirido permita a gente ordinaria realizar logros extraordinarios. Un hombre que a bordo de su yate ha esquivado a la muerte y que hoy, mientras enseña a su hijo a navegar por los mares, se dedica a dar conferencias motivacionales alrededor del globo, entregando al público su experiencia y la importancia de valores como el liderazgo, el trabajo en equipo, la actitud positiva, el alcance de metas, la inspiración y, por sobre todo, el compromiso.

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Los Mowbray en este momento se encontraban de vacaciones por los fiordos y glaciares patagónicos en su yate de 60 pies de largo, el «Commitment», y cargaban previamente combustible en Puerto Williams. Grande sería mi suerte al recibir el ofrecimiento del cupo disponible que sobraba en el yate para transportarme a Ushuaia, lugar en que debían realizar papeleos para iniciar sus vacaciones. Por lo que tras una semana en Navarino dejaba la isla y correspondía cruzar a Argentina.

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Dentro del velero conocí a los miembros de la familia, Cecilia, Max y Hans, todos australianos, quiénes junto a Tony y Jordan comenzaban sus días a bordo. Y además de ellos también iban Alex y Roman, dos franceses que, al igual que yo, habían quedado varados en Puerto Williams y continuaban su viaje hacia Buenos Aires pasando por Ushuaia.

El trayecto de la navegación en condiciones óptimas es de 3 horas y media, pero teníamos viento en contra, por lo que tardaríamos un poco más en cruzar el Canal de Beagle. Mediante relatos de Tony experimenté lo que significa vivir en alta mar y todas las aventuras y peligros que esto conlleva. La manera en qué combate el frío, las tormentas, el aburrimiento, la soledad, entre otras cosas. Junto a Román y su guitarra tocamos y cantamos para todos y en una charla con Hans, luego de contarle que era Ingeniero Civil Industrial, me ofreció trabajo en Sydney si alguna vez visitaba esos confines. Finalmente, tras 5 horas de navegar llegábamos a la mal llamada «Ciudad más austral del mundo», porque nosotros veníamos precisamente de aquella ciudad. Pisaba suelo argentino por primera vez en este viaje aún sin creer la aventura única en la vida que había tenido y que no olvidaré jamás.

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Ushuaia es una ciudad sin igual en Argentina, capital de la Provincia de Tierra del Fuego, Atlántida e Islas del Atlántico Sur. Es la única ciudad argentina que se encuentra del otro lado de los Andes, vista desde el resto del país. Visitada por turistas de todo el mundo por su buen marketing a la hora de venderte el producto «fin del mundo», combinan muy bien las atracciones de la ciudad misma con la gran naturaleza que lo rodea, como parques nacionales, glaciares, lagunas y el Canal de Beagle.

Después de pasar por Prefectura Naval para el proceso de entrada al país, fue el turno de separarme de los Mowbray y comenzar mi viaje a solas porque se hacía tarde, era sábado y necesitaba buscar hostal. Mi elección fue «Amanecer de Bahía» en calle Magallanes con 25 de Mayo, un lugar tranquilo a un buen costo (140 pesos argentinos) y dónde pude darme cuenta de la gran cantidad de argentinos que visitan Ushuaia, casi tantos como los extranjeros.

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Al salir a recorrer la ciudad pasé por el Monumento a los Caidos en Malvinas. Antes de visitar Ushuaia había estado varias ciudades en Argentina: Cordoba, Mendoza, Buenos Aires, Neuquén, etc, y entiendo la enemistad que existe hacia Inglaterra por la ocupación ilegal británica que desde 1833 existe en las Malvinas y que 150 años después desató la Guerra de las Malvinas, pero nunca viví esa enemistad en otras ciudades como en Ushuaia y agradecí no ser inglés y estar caminando por estas calles.

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En fin, a pesar de los muchos atractivos que esta ciudad posee, había uno que me producía gran efervescencia y era el llamado Faro del Fin del Mundo. Un tema de marketing total, porque el faro se llama Les Eclaireurs en realidad y no es el faro del cual Julio Verne basó el título de su novela, ya que este último es el Faro de San Juan de Salvamento, el más antiguo de Argentina. Aún así, el faro Les Eclaireurs tiene una mística especial y es un lugar que toda mi vida soñé con conocer. Para verlo debes contratar un tour de navegación en catamarán que, dependiendo tu nivel de regateo y del tour que contrates, puede costarte desde 650 pesos argentinos hasta los 350 que pagué yo.

A la mañana siguiente muy temprano me dirigí al lugar de partida y me embarqué nuevamente sobre el Canal de Beagle. A los pocos minutos de comenzar conocí a Temis, estadounidense que estaba de vacaciones en la zona y que fue mi compañera de fotos y de idiomas (ya que yo hablaba inglés y ella español) durante la navegación. Juntos vimos la isla de los pájaros, la isla de los lobos, bajamos a las Islas Bridge y finalmente vimos el majestuoso faro. Resultaba gracioso ver el rostro de rareza de ella al ver que yo estaba tan emocionado por sólo ver una torre de señalización, pero para mi era un sueño hecho realidad.

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Durante la tarde decidimos ir con Temis al Glaciar Martial, en lo que fue una caminata de 7 kilómetros desde el centro de la ciudad hasta la base de la montaña sin mucho éxito ya que una densa niebla cubría todo el cielo. Pero lo intentamos y desde arriba disfrutamos de una vista panorámica de todo Ushuaia y reimos por montones con mi partner americana. Un gran día que culminó con una pizza y un buen chocolate caliente, en la previa de lo que sería mi vuelta a Chile de la mañana siguiente.

Finalmente, un lunes en la mañana y tras sólo 2 días completos en Ushuaia me correspondía continuar. Vendrían 9 horas de viaje cruzando la isla de Tierra del Fuego, pasando por el paso fronterizo San Sebastián y llegando al Estrecho de Magallanes. ¡Próximo destino, Puerto Natales!

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