Mi pasaporte marca que un 18 de Abril hice entrada a Nicaragua y la gente cuenta que un día después comenzó todo el conflicto. Bueno, no comenzó ahí, los problemas venían de mucho antes, pero aquel día la gota rebalsó el vaso y produjo la primera gran protesta que un mes después aún tiene sumido al país en una guerra constante entre estudiantes y simpatizantes del gobierno. ¿La razón de esta última cruzada? La reforma al seguro social que sería perjudicial para los jubilados de Nicaragua, pero la corrupción y violencia que el presidente Daniel Ortega ha ejecutado los últimos años tienen incluso a miembros de su partido sandinista en su propia contra.
Tras mi paso por la isla de Ometepe y escuchar muchas historias que hablaban de desilución y las intenciones de recuperar el país para el pueblo, me dirigí a mi segundo destino, Granada. Las voces decían que desde este punto ya debía estar más atento ante cualquier posible consecuencia del conflicto.
Granada resultó ser una ciudad bastante agradable. Tercera en población después de Managua y León, encantó mis ojos con su arquitectura colonial, sus colores, y sus rojizas tejas. No sé si fue suerte, pero el fin de semana que estaría en la ciudad era importante en Managua, ya que habrían diálogos que ofrecían algunos días de paz entre manifestantes y el gobierno de Nicaragua. Podría recorrer la ciudad de forma tranquila. Conocidos son sus carrozas del Parque Central, su magnánima catedral, su mercado callejero y el mirador desde el campanario de la Iglesia la Merced que entrega al visitante una vista privilegiada de todo el casco antiguo.
Granada es la ciudad más visitada de Nicaragua y la verdad que merece aquel premio. Es ordenada, limpia (para los estándares del país) y sus construcciones antiguas están en muy buenas condiciones. Una prueba de aquello es la Iglesia y Convento de San Francisco, uno de los más antiguos del continente ya que data del año 1529. Construida sobre un cementerio indígena (que permite visualizar algunos de los cuerpos enterrados bajo ella) por los franciscanos de la época, tras numerosas destrucciones hoy es museo y centro cultural.
Desde Ometepe llegué con Segundo y Enzo, dos hermanos argentinos que conocí en la isla y con quienes me reunía a diario en la ciudad. Allí coincidimos también con el uruguayo Tabaré, un amigo viajero ciclista que conocí en Costa Rica y que contaba con el elixir por excelencia de aquella zona sureña del planeta, el delicioso mate. Mientras intercambiábamos impresiones de nuestros días por Nicaragua y los rumores de paz entre las partes del conflicto, nos preparábamos para lo que seguía, el origen del problema, la capital Managua.
Sobre las protestas en si – y colgándome de algunas fotos de medios de prensa – el gobierno después de ver en carne propia la oposición férrea de la población ante su reforma del seguro social, decidió dar marcha atrás y cancelarla, pero a un costo que sería irreversible. Durante los diferentes enfrentamientos previos a finales de Abril ya había la terrorífica cifra de 63 fallecidos, un número que la gente no le perdonaría a Daniel Ortega y los suyos. Estudiantes, periodistas, policías, gente común y corriente que se mató entre ellos para defender a quienes miran todo desde arriba. Es aquí donde la iglesia católica intenta interceder para apaciguar las aguas entre ambos sectores.
El día sábado 28 de Abril la iglesia católica llamó a una peregrinación por la paz en busca de justicia y la democratización del país, sin un color político predominante, sólo por respeto a los fallecidos y para no lamentar nuevas pérdidas humanas, marcha que finalizó con una misa en la Catedral de Managua. Hasta los campesinos (quienes normalmente son reprimidos al intentar entrar a la capital) fueron recibidos por la población con vítores y al ritmo de «el pueblo unido» de Inti Illimani y «vivan los estudiantes» de Mercedes Sosa. Fue una jornada en la que la palabra más repetida sería DIÁLOGO, y donde la iglesia esperaba mediar para llegar a buen puerto.
En medio de estas noticias de reuniones entre el gobierno, los opositores y la iglesia como mediadores hice mi entrada triunfal a Managua, observando de inmediato las secuelas que todas las batallas habían dejado sobre el cemento de la capital. Era como estar en el escenario de una guerra, con estructuras quemadas, fragmentos de roca por todos los rincones y la demanda constante de los caídos en los enfrentamientos, una herida imposible de sanar. Una tranquilidad nerviosa es la que se respiraba en las calles, como a la espera de que alguno de los dos bandos cometiera un error y todo se reactive nuevamente.
Había un lugar en particular que gozaba con conocer en Managua y ese era el puerto principal de la ciudad, que lleva el nombre del ex presidente chileno Salvador Allende, asesinado por los militares en 1973. Uno imagina y espera que Nicaragua no debe llegar a tales extremos para derrocar a un gobierno, pero lamentablemente la historia latinoamericana dice otra cosa. Este puerto con vista al lago Xolotlán tiene una entrada de 10 córdobas (0,3 USD) y entrega variadas citas relacionados con el presidente de la dignidad, así como también una infraestructura adecuada para pasar una tarde tranquila mirando las aguas del lago. Un emocionante tributo a uno de los personajes más importantes de la segunda parte del siglo XX en mi país.
Como Segundo y Enzo partieron al Caribe, al único que pude volver a cruzar en Managua fue al uruguayo Tabaré. Al son de los últimos mates (porque infelizmente la yerba mate se acaba) compartimos con Rolando y Melvin, dos jóvenes nicaragüenses que esperan revolucionar el mundo del turismo en el país con sus proyectos: Disfruta Nicaragua y Travesía Nicaragua. Ellos fueron nuestros profesores durante nuestra estadía, enseñándonos un poco no sólo sobre Managua, sino también sobre todo el país en el cual nos encontrábamos.
Melvin, como fanático fiel del escritor y poeta Rubén Darío, el príncipe de las letras castellanas, me mostró un poco sobre su obra y lo importante que es para la escritura iberoamericana y sobretodo para Nicaragua. Rubén Darío vivió y publicó sus primeras creaciones en Chile, cosa que yo desconocía por completo.
Lugares como el mercado oriental (el más grande de centroamérica) o el centro histórico que incluye la plaza de la revolución son visitas obligadas. En esta plaza se encuentra la antigua Catedral de Managua, la Casa de los Pueblos, antiguo despacho presidencial, y el Palacio de la Cultura, donde anteriormente funcionaba el Congreso del país. Al lado del Puerto Salvador Allende y también por la costa es posible visitar el Paseo Xolotlán, con varias maquetas de construcciones históricas de la ciudad.
Reconocer a Managua es ver aquellos árboles metálicos de colores plantados por toda la ciudad, los famosos «árboles de la vida» que el gobierno mandó a colocar, y que irónicamente necesitó derribar árboles reales para su ejecución. Estos son uno de los blancos principales de los manifestantes en cada una de las protestas porque para el pueblo representan a Ortega y su gobierno corrupto.
En fin, una más que interesante primera visita a dos de las principales ciudades de Nicaragua en un momento clave de la historia política del país. Espero de corazón que todo se resuelva sin tener que lamentar más caídos, pero la realidad dice todo lo contrario. Los estudiantes continúan en las calles, tomándose sedes y mientras el gobierno habla de diálogo envía policías a desalojar violentamente estos lugares. Seguirán siendo semanas intensas que me alegro poder vivir y dedicarles estas líneas. Ay Nicaragua Nicaraguita, la flor más linda de mi querer.
Un comentario
Jorge Valle Aguiluz
Me ha encantado leer tus memorias de Nicaragua, Hilton, tienes un gran talento para escribir clara y agradablemente, con muchos detalles y la verdadera realidad de donde escribes. Te felicito y te digo, de ahora en adelante, leeré todo lo que escribas en tu vida.